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Cruzar desde la boca norte hasta la boca sur por los macizos de la divisoria cantábrica ofrece magníficas panorámicas de ambas vertientes
Desde el alto de La Marruya hasta Vega de Pas hay un desnivel de más de mil metros y bajar es lo más duro de esta ruta de 25 kilómetros
Una buena manera de comprender la magnitud de la obra del túnel de La Engaña es desplazarse desde una boca a la otra por encima de la galería, monte a través. La excavación, que atraviesa casi siete kilómetros de Cordillera Cantábrica, se acometió con los precarios medios técnicos de los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado. Aunque las penosas condiciones de trabajo retrasaron la horadación, si se prolongó durante veinte años fue también por la escasez de fondos públicos, por los intereses espurios de las compañías ferroviarias y por las presiones políticas, territoriales y empresariales. Pero lo que hoy nos ocupa es la ruta de 25 kilómetros entre la boca sur del túnel, en Valdeporres, y el pueblo de Vega de Pas, con un desnivel de más de mil metros entre la cota más elevada, en el alto de La Marruya, y el fondo del valle. Y con un duro descenso de casi ocho kilómetros hasta la boca norte por laderas verticales, abruptas y accidentadas. El recorrido es un auténtico deleite para los ojos y un martirio para las piernas.
La explanación ferroviaria sobre la que nunca se tendieron las vías y a la que pertenece el túnel de La Engaña es el trayecto más corto entre Pedrosa de Valdeporres, en Burgos, y Vega de Pas, en Cantabria. Por el fallido trazado del ferrocarril Santander-Mediterráneo, son 22 los kilómetros que separan ambos municipios. En coche, es posible ir de un pueblo a otro por tres itinerarios distintos: por el puerto de Estacas de Trueba (1.166 metros de altitud) con paso por Espinosa de los Monteros (51 kilómetros); por el puerto del Escudo (1.011 m), con paso por Entrambasmestas (47 kilómetros); y por el puerto de Matanela (1.022 m), con paso por San Pedro del Romeral (43 kilómetros). A pie, se puede ir de Pedrosa a la Vega a través del túnel (6.976 metros de longitud), pese a los peligrosos derrumbes (son 22 kilómetros), o por encima del túnel, monte a través por los macizos de la divisoria cantábrica (31 kilómetros). Esta última forma de llegar la probaremos hoy (12 de octubre de 2013) por primera vez en una inolvidable ruta en la que nos trasladaremos en todoterreno durante los primeros ocho kilómetros y caminaremos los otros veintitrés. Salimos a las ocho de la mañana y llegaremos a las tres de la tarde.
Desde Pedrosa de Valdeporres hasta la boca sur del túnel hay seis kilómetros que se pueden recorrer en vehículo por la carretera de La Engaña, sin señalización horizontal pero muy bien asfaltada. También es posible llegar a pie o en bicicleta por la antigua explanación del Santander-Mediterráneo, habilitada como vía verde en este tramo. A escasos metros de la entrada al túnel, a la derecha, hay un puente sobre el río Engaña en el que muere la carretera que, a partir de este punto, se transforma en pista rural. Tomamos esta senda y enseguida dejamos a la derecha las ruinas de la antigua hospedería donde comían y se alojaban los obreros del túnel. A unos 800 metros, a la izquierda, hay un puente sobre el río en el camino de Rozas-Las Cabañas, pero no es éste el desvío que debemos tomar, sino el siguiente y casi inmediato, también a mano izquierda.
El ascenso
Avanzamos un kilómetro por este camino hasta encontrar una bifurcación en la que debemos tomar de nuevo el ramal de la izquierda. Aparcamos el ‘land rover’ un kilómetro más arriba, junto a la ‘cabaña de Julián’, siguiente a la de ‘El Persal’, y emprendemos la ascensión a pie por la misma pista. Serán otros 1.800 metros antes de desviarnos campo a través. La temperatura es de apenas cuatro grados a tan temprana hora y hay niebla, pero la vamos dejando atrás a medida que subimos entre pastos y fincas ganaderas. Las vacas se recortan en las crestas de las lomas contra el cielo, que allá arriba está azul. Pronto alcanzamos la zona de sol. Tras la lluviosa tarde de la víspera en los valles de Valdeporres y del Pas, la mañana acabará hoy totalmente despejada y entraremos en calor.
Abajo y a nuestra espalda se quedan las nubes atrincheradas en el valle de Valdeporres, y a lo lejos asoma entre la masa de algodón la Muela de Dulla. A la derecha distinguimos el Nevero del Polluelo (1.500 m). A cuatro kilómetros y medio desde la boca del túnel, abandonamos la pista por la derecha, en paralelo a un cercado de alambre de espino, y avanzamos por las faldas de los montes de Somo, hacia cuyas cumbres nos dirigimos. Dejamos a la izquierda el Cotero de la Brena (1.500 m), bajo el que discurre el túnel de La Engaña.
A partir de aquí debemos ascender en zigzag entre árgomas y sin poder seguir camino alguno, salvo las angostas trochas abiertas por el paso de reses, senderistas y pastores. Las montañas son la única referencia. Nos quedan cinco kilómetros de ascensión desde que hemos dejado la pista. Se trata de coronar La Marruya, alto que reúne el grupo de cabañas más elevado del territorio pasiego. Son estas construcciones de piedra abandonadas las que nos sirven de guía, una vez divisadas, para no perder la dirección mientras buscamos paso entre declives y lomas. Caballos y vacas pacen en las praderías de montaña. El terreno se hunde de vez en cuando en llamativos hoyos que bordeamos. Después de haber ganado altura, hay que bajar hasta las faldas de La Marruya antes de coronarla, lo que da ocasión para ver el nacimiento del río Engaña y el bonito valle en el que confluyen los pequeños regatos que le dan vida.
El mirador panorámico
La Marruya es una montaña de cima alargada con una cota máxima de 1.395 metros de altitud, y sorprende encontrar en la cumbre el conjunto de cabañas al que nos dirigimos, con sus prados cercados por muretes de lastras. Las brañas o pastos en altura son típicos del paisaje pasiego, pero el de La Marruya los supera a todos en altitud. El ‘Machu Picchu pasiego’: así llama mi cuñado a estas ruinas. Este asentamiento temporal ganadero, ya fuera de uso, es un excepcional mirador que ofrece una panorámica de 360 grados de los picos y depresiones que lo circundan en las dos vertientes de la divisoria, la burgalesa y la cántabra. Jirones de niebla fina que se descolgaban por los collados se han desvanecido sin estorbarnos la visibilidad, que es excelente.
La Marruya se eleva entre Estacas de Trueba (1.166 m), al este, y el Otero Mayor (998), al oeste. A la derecha de este privilegiado balcón se yergue el Castro Valnera (1.718 m). Podemos distinguir también la base militar del portillo de Lunada sobre el Picón del Fraile (1.600 metros). Al fondo, de frente, se observa la ciudad de Santander abierta al mar y, a la izquierda, se divisan los Picos de Europa. Las vistas son impresionantes y abarcan todas las cumbres y valles del sector más oriental de la Cordillera Cantábrica.
Debemos abandonar esta atalaya en la que hemos comido un bocadillo para reponer energía después de tres horas de ascensión y en la que comenzamos a quedarnos fríos porque, a pesar del sol radiante, el aire es fresco. Nos espera un descenso de casi ocho kilómetros hasta la boca norte del túnel de La Engaña, en el que salvaremos un desnivel de más de 700 metros.
El descenso
Acometemos la bajada a derecho y por las bravas, por un alargado promontorio muy empinado en cuyas lomas hay también un grupo de cabañas pasiegas que nos sirve de orientación. Descendemos por laderas muy pendientes, cubiertas de matojos, pellas de hierba y oquedades que impiden pisar en firme y cargan las piernas, muy castigadas por el esfuerzo de retención, pese a la ayuda de las varas.
La atmósfera diáfana ofrece unas vistas soberbias del valle pasiego. Al fondo, a la derecha, asoman las bocas sur de los túneles de El Empeñadiro y de El Morro, ocultos bajo las lomas que atraviesan. Son la segunda y la tercera de las cuatro galerías cortas que siguen a la de La Engaña, en Yera, que no puede verse desde aquí. Nos adentramos en el bosque de La Estoja, por el que zigzagueamos con dificultad, cuesta abajo, hasta que alcanzamos un camino de suelo irregular y pedregoso que nos conduce a la explanación del Santander-Mediterráneo, a la que accedemos entre las ruinas de las construcciones próximas a la boca norte del túnel, frente a la hormigonera-trituradora. Desde aquí aún nos quedan ocho kilómetros hasta Vega de Pas y un desnivel de 300 metros de altitud.
Por fin sobre terreno llano, avanzamos por la caja de la vía. Cruzamos, sin necesidad de linterna, en túnel de El Majoral (285 metros) y después el de El Empeñadiro (130 m). Antes de llegar al tercero de los cuatro túneles cortos que suceden al de la Engaña, el de El Morro (263 metros), nos desviamos a la izquierda por un sendero que discurre entre el valle del Yera, a la izquierda, y una loma cubierta de helechos que en esta época lucen amarillos y cobrizos. Se acabó la tregua. El camino es estrecho, escarpado e irregular y está salpicado de piedras que en algunos trechos son muy resbaladizas. Las piernas ya flaquean y este tramo se hace eterno. Por fin desembocamos en una ruta de senderismo de pequeño recorrido, la PR-S75, que nos lleva, entre las primeras cabañas de Vega de Pas, hasta la carretera CA-631 por la que llegaremos, al fin, al centro del pueblo.
El futuro de La Engaña
Inmersos en paisajes de gran belleza, el túnel de La Engaña y los poblados y estaciones de ambas bocas languidecen y se deterioran desde hace cinco décadas. Durante este medio siglo de abandono, las Administraciones burgalesas y cántabras han anunciado sucesivos proyectos de recuperación que nunca han prosperado y en los que desde hace años se descarta el uso ferroviario. El Gobierno de Cantabria promueve ahora un plan cuyo motor sería un teléferico con base en las inmediaciones de la estación de Yera y con llegada al alto del Muro de Peñallana (1.030), en lugar de al Castro Valnera (1.718), como se sopesó en un principio. El teleférico iría ligado a un centro de turismo de aventura que implicaría la rehabilitación del túnel, del pabellón de los obreros y de las casas de los ingenieros de la malograda obra. Al otro lado de la divisoria, Pedrosa de Valdeporres quiere aprovechar el tirón del teleférico, montar un parque de aventura, construir un centro de recepción de visitantes y acordar con Vega de Pas la reapertura del túnel para instalar un tren eléctrico y un ciclorraíl que permita conectar ambas áreas de ocio.
El tiempo dirá en qué queda todo. Con las arcas públicas de nuevo exhaustas, el teleférico, que toma cuerpo sobre el papel, depende enteramente de la iniciativa privada para ser una realidad sobre el terreno. Aún no se ha cerrado el acuerdo con ADIF para que revierta al Ayuntamiento de Vega de Pas la propiedad del suelo donde se construiría la estación base. Y sobre el futuro del túnel, todo son intangibles. Los ayuntamientos de ambos lados han anunciado que pedirán a sus respectivos gobiernos regionales un estudio sobre los costes de restaurar la maltrecha galería. Pero mientras las autoridades se deciden a hacer algo de provecho, lo que preocupa en Valdeporres y en el Pas es que se permita hacer algo dañino. Los valles están empapelados de carteles que dicen lo mismo que una pancarta colocada sobre la boca sur del túnel: FRACKING NO. Cantabria ha aprobado una ley que prohíbe la fractura hidráulica en su territorio, pero va en contra de los designios del Gobierno central, en general, y del ministro de Industria, en particular. José Manuel Soria es un defensor a ultranza de esta técnica de prospección y extracción de gas del subsuelo que no queremos ver por aquí ni en pintura.