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Leticia Mena

Cartas desde Grecia

Bienvenido Osman

La familia del pequeño afgano con parálisis cerebral, que está en Idomeni, llegará a Valencia en dos meses 

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Bomberos en Acción fue quien alertó a los ministerios españoles de Trabajo y Exteriores de la situación en la que estaba el pequeño. También recogieron 150.000 firmas en Change.org

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“I love you España. I love you España”. Quien dice esto es un padre emocionado, un hombre que ha caminado semanas con su hijo Osman en brazos desde Afganistán. Estamos en Idomeni, justo en la frontera que separa Grecia y Macedonia. Y aquí está Atta Mohamed Ahmed con su familia. El miércoles por la noche les dijeron que el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, ha dado instrucciones para que viajen a España, y el niño sea tratado en un hospital. En dos meses estarán en Valencia. ¿Por qué esperar todavía tanto tiempo? Algunos voluntarios recuerdan que por esas fechas habrá elecciones.

Osman tiene parálisis cerebral y, cuando le incorporan para cambiarle de posición, su cuerpo se tambalea hasta que su padre le sujeta. Sonríe todo el tiempo; al dejar de hacerlo es porque tiene sed y su madre le da de beber con un biberón. En todo momento con ellos está Rohafza Yaqubí, que hace las veces de intérprete para decirles en árabe lo que ocurre a su alrededor y lo que la gente les dice en inglés. Su trabajo es muy importante, pero Rohafza no es una voluntaria al uso. Es una refugiada de Afganistán que, mientras espera a que abran la frontera, ayuda en todo lo que puede. Una de sus funciones es traducir de inglés a árabe y de árabe a inglés a los padres de Osman, ya sea cuando hablan con los médicos, con los periodistas que han venido por aquí, y con Bomberos en Acción.

Que Osman y su familia vengan a España es triunfo de esta última organización, que ha sido quien han movido Roma con Santiago para que este niño reciba tratamiento médico en España. Javier Bodego es al que todos los voluntarios del campo de Idomeni nos remiten, pero él se quita importancia. “En diez días hemos recibido 150.000 firmas. Esto es mérito de todos ellos”. Habla de Jorge, Inés, Ernesto y Juanma; y no se olvida de Paquita, de la delegación del Gobierno en Zamora, que empezó con todo el papeleo burocrático. Los nombres anteriores son los de cuatro ciudadanos anónimos que abrieron la petición en Change.org. La buena respuesta de otros miles de residentes en España se plasmó en un documento que entregaron en el Ministerio de Trabajo, y éste lo derivó al de Exteriores.

Osman y sus padres, con la bandera de España que le ha entregado El Diario Montañés.

Osman y sus padres, con la bandera de España que le ha entregado El Diario Montañés.

El martes, sobre las siete de la tarde, Bomberos en Acción recibió la llamada del Gobierno de España que daba luz verde a la acogida y, automáticamente, sonó el móvil de Javier Bodego. Reaccionó con profesionalidad pero con mucha emoción. Reunió a su gente de confianza y se lo contó, pero acordaron no decir nada hasta que vinieran todos los voluntarios que trabajaban por el campo. Cuando llegaron, fueron convocados alrededor de la tienda de Osman. La familia dormía o intentaba dormir, y entonces les llamaron y les dieron la buena noticia. Todos lloraron, literalmente, de alegría. Cuando Bodego lo recuerda se le vuelven a poner los pelos de punta.

 

Un padre coraje

 

 

Mientras este bombero de Zamora habla, los padres de Osman escuchan sin entender lo que dice, pero sonríen sin descanso. El padre ha cogido al pequeño y no para de darle besos y hacerle carantoñas. Sin pudor dice que es su hijo favorito, y la madre asiente. Ella misma cuenta que “todos los días, desde que salimos de Afganistán, le ha llevado en brazos mientras caminábamos. Todos los días”. Le mira con orgullo, lo mismo que a sus otros dos hijos, que vuelven de jugar con un balón por el campamento. Se llaman Monir y Jail Ahmad; tienen 8 y 9 años y, como a muchos niños de su edad, les encanta el fútbol. Su jugador favorito es Messi, y al saber que la ciudad en la que vivirán -Valencia-, está cerca de Barcelona se han mirado alucinados. Reciben la bandera de España con ilusion. “Cuando ayer nos dieron la noticia, pregunté si tenían una. Iban a traérmela. Esta es la primera”, dice Atta Mohamed mientras dice “I love you España, I love you España”.

Los dos hermanos mayores de Osman han caminado durante tres meses junto a sus padres. De Afganistán fueron a Irán, de allí a Turquía. Ya llevaban 2.940 kilómetros, según una página web de distancias oficiales. Ellos fueron por montañas y campos, pero la distancia no variará mucho. Una vez en Turquía, pagaron a un hombre cinco plazas de una barcaza en la que, al rato, viajaría mucha más gente de la permitida. Llegaron a Lesbos.

Durante la peligrosa travesía, Atta Mohamed llevaba a Osman en brazos y Palwasha cuidaba de sus otros dos hijos. Pasaron días en un campamento pensando que ya estaban en Europa. Pero la odisea no había terminado. Los ánimos cayeron, la decepción les atrapó. Cuando recuerdan este momento, vuelven a emocionarse. La intérprete le dice que no pasa nada, pero sonríe y sigue contando. Estaban en una isla en pleno Egeo; se habían jugado la vida cruzando el mar para llegar a Grecia; “y ahora esto”. “Estábamos en Europa, pero no era suficiente”.

Los voluntarios de Lesbos de Bomberos en Acción les atendieron, y al ver las condiciones en las que llegaba Osman, hablaron con los coordinadores y les llevaron a Idomeni, cerca de la frontera que separa Grecia de Macedonia. Bomberos en Acción fue quien dio la voz de alarma y sus miembros están orgullosos de haber conseguido que España acoja a esta familia. Bodego califica su encomiable labor como “una gotita. Una gotita muy importante, pero una gotita. Ojalá podamos sacar a todos los niños de aquí. Hay miles”.

 

La cara y la cruz

Atta Mohamed sale de la tienda con Osman en brazos para que vea el sol. En la tienda están bien. Tienen mantas y comida. Luce recogida y muy limpia, como las de la mayoría de sus ‘vecinos’. Los árabes siempre entran descalzos a sus casas, y aquí no iban a dejar de hacerlo. Aunque su casa no sea su casa, sino una tienda de campaña que se levanta en frente de la frontera con Macedonia.

Los voluntarios explican que los refugiados que están en Idomeni a estas alturas es porque no quieren irse a otro campamento, aunque les ofrezcan más comodidad. Prefieren estar cerca de la verja alambrada por si, un día, se abre. Cuando eso ocurra, no quieren estar lejos. Pero otros prefieren irse a un sitio donde, cuando llueva, no les coma el barro.

Acnur está trabajando en la zona y se lleva a varias familias a un campamento que está mejor preparado. El autobús se llena y una coordinadora de la ong repasa una lista. Cuando estén todos se irán. Los niños saludan desde la ventana como si se fuera de excursión. Los padres están nerviosos porque no saben si habrán decidido lo mejor.


Donde no hay buenas caras es justo delante de la verja de la frontera, que empieza y termina sobre las vías de tren. A un lado, cerca de un centenar de policías griegos con cascos y escudos antidisturbios. Al otro, no más de cinco soldados y un tanque del éjército de Macedonia. En medio, la verja y ellos, los refugiados. En este bocadillo burocrático los niños gritan sin descanso “open the borders. Open de borders” (“Abrid las fronteras”).

Los compañeros de la prensa están por todos lados, alertados de que lo suele pasar cada vez que se los refugiados manifiestan así porque, en días anteriores, los soldados macedonios les lanzaron gases lacrimógenos y balas de goma contra. “No les importa que haya niños”, advierte Héctor Melgares, un actor de Madrid que ha venido a Idomeni con una nariz de payaso en la mochila. “Intento hacer reír a los niños. Voy por el campamento y, cuando me ven, vienen corriendo. Se echan unas risas y se van, pero les he animado un poco”. Como él, hay muchos otros españoles que se han desplazado hasta aquí para hacer lo que pueden, lo que saben, lo que les manden. Y todos tienen la sensación de que, al menos, consiguen que estas víctimas de la violencia se sientan menos solos. Aunque, como la familia de Osman, estén a más de 4.000 kilómetros de su verdadero hogar.

Héctor Melgás es un actor madrileño que ha venido a Idomeni a hacer reír a los niños.

Héctor Melgás es un actor madrileño que ha venido a Idomeni a hacer reír a los niños.

 

 

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Sobre el autor

Madrid. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense. Se incoporó a El Diario Montañés en el año 2000. Desde 2010 es Jefa de Edición de eldiariomontanes.es


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