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Leticia Mena

Cartas desde Grecia

Los voluntarios, la luz de Europa

Miles de personas de todo el mundo trabajan en Grecia para hacer que los refugiados no pierdan su dignidad

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Reparten la ayuda que llega a los almacenes, cocinan, montan escuelas, bañan a los niños… Sin ellos, los inmigrantes de los campamentos estarían abandonados

 

 

 

Voluntarios. Las once letras que forman esta palabra tienen un valor incalculable. Detrás hay cientos de personas que han dejado sus vidas para intentar que la de los refugiados sea un poco más soportable. Los voluntarios son la esperanza de esta Europa sorda y ciega que cierra fronteras y no se pone de acuerdo en cómo afrontar el drama de la migración. Mientras las autoridades hacen que piensan, muchos ciudadanos anónimos se han desplazado a Grecia, desde todas partes del mundo, a ayudar a los más de 50.000 seres humanos que están atrapados. Médicos sin fronteras, Cruz Roja, Save the children y muchos independientes trabajan sin descanso para que los refugiados no pierdan su dignidad.

Vienen desde Australia, Estados Unidos, Suecia, Italia, Francia… y desde España. Es un orgullo saber que muchos llegan de Castilla León, de Cataluña, de Andalucía… y que Cantabria es una de las más solidarias. Durante este viaje, los voluntarios santanderinos Fátima Figuero, Kike López, y Camilo Torre -de Movimiento Ciudadano de Acción Directa-, junto al sirio Mohamed Karrum, han trabajado sin parar como todos los demás, ¿pero qué hacen aquí? ¿En qué consiste su trabajo? Hay varios frentes de acción.

 

Por un lado están los almacenes hasta donde llegan las cajas de ropa. Es importante que quienes las envíen clasifiquen lo que hay en el interior, porque mucha mercancía llega sin catalogar y esa tarea aquí se convierte en tediosa porque no hay tiempo, no hay manos suficientes para hacerlo. La responsable de una de estas naves es la checa Marcella Janackova y pide que “por favor, antes de enviar nada, clasifiquenlo por tallas, por edades, por géneros… Si lo recibimos así, podemos darle salida rápidamente”. El trasiego de las furgonetas de los voluntarios es continuo entre los almacenes. Vienen con largas listas de las necesidades que ven por los campamentos, cogen lo que necesitan y se van a entregarlo. Su trabajo no entiende de horas, ni de kilómetros.

 

 

Lo mismo ocurre con todos los que están aquí prestando ayuda psicológica. Rita McIntyre es la coordinadora de IsraAid, una ong israelí que se ha desplazado a Grecia para atender a los refugiados. “Muchos están desesperados, cansados, frustrados. Pero no pueden caer en un agujero negro, porque si lo hacen será el final de su historia”. Por eso los sanitarios especializados en salud mental son tan necesarios aquí.

 

Quienes tampoco paran son los que han organizado cocinas en mitad de la nada. Un grupo de voluntarios de Mallorca guisa desde primera hora bajo el sol, y emociona ver cómo no les importa remover sin descanso los grandes perolos en los que preparan garbanzos y arroz, mientras otros pican verduras. Cuando esté listo, lo repartirán en tápers y los repartirán por los campamentos. Lo mismo que harán los bomberos de Barcelona y Ávila que, bajo las siglas de EREC, preparan bolsas de verduras para alimentar a 450 familias cada día. El valor de su labor es inconmensurable.

 

 

Los miles de niños que corren por los campamentos también son atendidos por otros tantos voluntarios que han montado pequeñas escuelas en las que les leen cuentos, les enseñan inglés y les recuerdan cómo se escribe. “Muchos llevan meses sin ir al colegio. Es una vergüenza que Europa permita esto”, comenta una de las profesoras impotente ante la injusticia. Cerca está la tienda de ‘Baby Hamman’, la ong catalana que baña a los pequeños y les deriva a los médicos si ven que tienen cualquier tipo de problema. Entre estos voluntarios está la torrelaveguense Ana Cascón: “Hay niños desatendidos, muchos con síntomas de desnutrición, sobre todos los que forman parte de familias numerosas y las madres no llegan a todos”. Por eso, en el ‘Baby Hamman’ les duchan y les ponen ropa limpia, y alertan de que “necesitan esponjas, toallas, gel, champú… Todo lo que la gente envíe será bien recibido y bien empleado”. Verles trabajar sirve para comprobar que es cierto.

 

Y finalmente están los voluntarios que vienen de sus países de origen con el dinero que les han donado para emplear aquí. Con estos billetes se compran medicinas, hornillos, palanganas para que los refugiados laven su ropa, biberones, ropa interior, calcetines… Todo lo que no hay en los almacenes y que es más que necesario. Precisamente de esto se han ocupado los voluntarios cántabros de Movimiento Ciudadano de Acción Directa Cantabria Actúa. Su trabajo aquí es tan necesario que sólo volvemos cuatro de los seis que llegamos. Fátima Figuero y Kike López se quedan en Idomeni esperando un paquete de medicinas que todavía no ha llegado y que tienen que entregar en los campamentos en los que han visto necesidades. Ellos, como otros cientos, han aparcado sus vidas para hacer la de los refugiados un poco más llevadera. Lo que todos hacen, sin casi percatarse, es demostrar a los atrapados que en esta desgracia burocrática no están solos. Los voluntario se han convertido en la luz que alumbra esta zona oscura de Europa.

 

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Sobre el autor

Madrid. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense. Se incoporó a El Diario Montañés en el año 2000. Desde 2010 es Jefa de Edición de eldiariomontanes.es


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