Por Fátima Figuero.-

El ultimo episodio lo protagonizó anoche un joven que, ante la frontera con Macedonia, clama a los agentes que la abran y uno de ellos le muestra impotente que sólo cumplen órdenes

El ultimo episodio anoche lo protagonizo el abrazo de un joven y un policía griego. Es la sinrazón de este siglo. La vergüenza de una Europa que mira para otro lado y no afronta el problema, ni pone el sistema al servicio de facilitar a las personas una vida digna y un pasaje seguro a nuestros países. Personas que huyen de guerras, persecuciones y masacres, buscando un lugar seguro un futuro digno y no formar parte de revueltas y violencias.

Los jóvenes se apoyan, se defienden, se tranquilizan los unos a los otros pero no cesan en su continua continua suplica. Frente a la frontera de Macedonia imploran nada que no merezca cualquier ser humano de este siglo: “Open the Borders! My Friend! Please!” (¡Abran la frontera! ¡Amigos! ¡Por favor!), le pide un refugiado a los policías y uno de ellos le abraza.

Momentos de impotencia, injusticia y desesperación. Ha pasado el invierno, tras caminar durante semanas y se jugaron la vida en el mar para llegar al continente europeo. Durante meses han estado atrapados en Grecia, muchos el campamento de Idomeni, y ahora lo desalojan para trasladarlos a otros campos. Algunos son de reciente construcción, otros muchos acogen gente desde hace tiempo. La mayoría continúan durmiendo en tiendas de campaña, con infraestructuras mínimas y sin agua caliente. En ninguno de estos campos encuentran asistencia legal ni servicio que les asista para tramitar sus solicitudes de asilo.
Mientras, quién tiene la llave del futuro de estos jóvenes, mira para otro lado. ¿Cuando piensan devolverles la vida a estas personas?