En los años setenta, pese a todos los desvelos parroquiales, se pusieron de moda los ‘hijos de Ogino’; es decir, aquellos que llegaban sin invitación como consecuencia de que la aplicación de un sistema anticonceptivo que fallaba más que una escopeta de feria: el método Ogino. Pero el tal Ogino, un ginecólogo japonés, jamás se hizo cargo de los millones de bebés concebidos tras un algún error en el cálculo de los días fértiles.
Hoy en día pensábamos que todo eso eran asuntos del pasado, pero al parecer la medicina moderna tampoco resulta tan infalible como nos habíamos creído. Y, si no, que le pregunten al cántabro que acaba de llevarse un disgusto judicial de aúpa esta misma semana. Tras someterse a una vasectomía en 2004, aparentemente con éxito absoluto, el hombre tendría un hijo en 2012. Tras la sorpresa inicial, las pruebas médicas confirmaron que la operación había ido bien: no había espermatozoides en su semen. Sin embargo, un año después, divorciado y con una nueva pareja, volvió a concebir a una niña. Los test de fertilidad, sorprendentemente, seguían siendo negativos. Y las pruebas de paternidad confirmaron que eran suyos. Un pequeño milagro, que sin embargo a nuestro hombre no debió de hacerle ninguna gracia.
Lo de dejar que te pasen a cuchillo ciertas partes de tu anatomía ya debe de suponer uno de los tragos más amargos en la vida, pero que además no haya servido para nada tiene que resultar desesperante. Qué menos que reclamar en todas las instancias a su alcance… Sobre todo, cuando uno no ha ido por la seguridad social sino que ha recurrido a la sanidad privada.
Cierto que suena un poco raro eso de reclamar daños y perjuicios por lo que se supone un feliz acontecimiento, pero si el sufrido caballero se sometió al bisturí, casi seguro que lo que no quería era tener más descendencia, ni aunque trajera el consabido pan debajo del brazo. En este caso, los cien mil euros que pidió como indemnización.
El asunto, desde luego, daría para un telefilme, pero a nuestro país parece que no ha llegado aún esa cultura de las demandas, ni se le espera. Porque el juzgado decidió que, con los resultados de fertilidad negativos en la mano, la operación había sido un éxito y no había por tanto negligencia médica. Una decisión justificada por folios y folios de jerga legal y tecnicismos, pero que al padre accidental le habrán sonido al viejo dicho aquel de ‘jódete y baila’, básicamente. Cierto que la finalidad de la operación era que no hubiera más ‘bichitos’ en su semen, pero lo que realmente pretendía el paciente con la operación era no tener más hijos. En cualquier película de sobremesa, a esos dos bebés les limpiarían con billetes de mil dólares. En Santander, en cambio, han condenado al padre a costas. País…