Aburridísimos nos tenía la campaña electoral hasta que esta semana la ha salvado la ministra de Hacienda, defendiendo una propuesta de su programa con la que los socialistas pretenden regular la intimidad del dormitorio. El famoso ‘sólo sí es sí’, que ha tumbado la popular Álvarez de Toledo sacándoles los colores, viene a ser la demostración palpable de que los políticos y los humanos vivimos en universos paralelos.
La propuesta, en realidad, surgió el verano pasado, y con las mejores intenciones, pero cuando las escopetas las carga el populismo es muy fácil acabar matando moscas a cañonazos, y lo que iba a ser una protección legal contra los delitos sexuales acabó convertido en «si una mujer no dice sí expresamente, todo lo demás es no».
Lo malo es que estas palabras literales de la vicepresidenta del gobierno tienen un alcance tan amplio que, como la nueva ley tenga carácter retroactivo, la mitad del país vamos a acabar en la cárcel. No sé cómo lo harán los políticos de izquierda, pero en mi caso, y por mucho que hago memoria, no consigo recordar ningún momento íntimo en que mi pareja dijera ‘sí’ expresamente. Me da que, en ciertas situaciones, como que no estamos para demasiada palabrería y, en las conversaciones de alcoba, la mayoría del «¡uf, uf!» o el «¡ay, ay, ay!» no pasamos.
La medida deja tantas dudas que habría que repescar a Elena Ochoa para que no lo aclare en su consultorio: ¿Si te dicen ‘vale’ vale, o tiene que ser ‘sí’? ¿Y si sólo dicen ‘bueno’? Si ya nos han dicho sí, pero a la parte contratante de la primera parte al día siguiente le da por negarlo, ¿cómo podremos demostrarlo? ¿Podríamos grabarlo con el móvil o cometeremos un delito contra la protección de datos? Aunque lo mismo desde el ministerio instalan micrófonos en todos los dormitorios, al estilo Villarejo.
Por lo que parece, los cortejos van a cambiar radicalmente en el futuro: «explorador llamando a torre de control. Solicito permiso para aproximación». «Permiso concedido. Proceda al acoplamiento». Como que pierde toda la gracia. Y tampoco sería legal: falta la palabra ‘sí’.
Al final, nos veremos en la obligación de llevar permanentemente un formulario en el bolsillo, no vaya a ser que liguemos, o nuestra pareja se nos ponga tierna: «Yo…, mayor de edad, DNI…, consiento en mantener relaciones sexuales con…, DNI…, y por la presente renuncio a emprender futuras acciones legales. En tal sitio, a tantos de tantos. Firmado…». Aunque luego, si la cosa se anima, ¿habrá que firmar un nuevo consentimiento o tendremos que llevar encima media docena, por si triunfamos a lo grande? Eso sí, que no se te olvide el boli…
La gran duda es qué sucede cuando la relación la propone ella. Porque, tal y como plantean la cuestión socialistas y podemistas, sólo conceden a la mujer un papel pasivo. Esta vez, el PP les ha goleado en igualdad.