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Javier Menéndez Llamazares

Llamazares en su tinta

Fuego amarillo

Mucha moda francesa y mucho prêt-à-porter, pero, con respecto al estilismo, un chaleco amarillo quizá sea la prenda más horrible que uno pueda imaginar; al menos, para Emmanuel Macron, bajo cuya presidencia la República Francesa está ampliando su famoso lema: liberté, égalité, fraternité… y gasoliné, que al final es lo que les importa a los franceses de a pie, que en realidad hace mucho tiempo que no van caminando a ningún sitio.

Lo de protestar por el precio de los combustibles puede parecer prosaico y hasta poca cosa para emprender una revolución, sobre todo si tenemos en cuenta que la última vez que las calles parisinas se llenaron de tanques y fusiles los estudiantes reclamaban lo imposible, así, directamente –«Sed realistas: pedid lo imposible», decían las pintadas del sesenta y ocho. Pero de «La imaginación al poder» de entonces al «Macron dimisión» o «Bajad los impuestos» de ahora no sólo media un bajón inmenso de creatividad; también hay un birlibirloque del idealismo al vil metal que le acaba robando casi todo el romanticismo al asunto.

Aún así, y por mucho que Marc Twain se empeñase en que las revoluciones se realizan por los más altos ideales –como el populacho egipcio, que no pedía justicia social sino que les embalsamaran como a los faraones, para poder ir ellos también al paraíso–, lo cierto es que detrás de los grandes movimientos sociales no suelen estar las ansias de libertad sino el motivo que más mueve al ser humano: el hambre.

Sin necesidad de remontarnos a la toma de La Bastilla y los pasteles de María Antonieta, en nuestro país se libró en los albores de la transición la llamada ‘guerra del pan’; decenas de miles de madrileños tuvieron que salir a la calle porque el Consorcio de Panadería les estaba sisando doscientos gramos en cada barra.

Sin embargo, el movimiento actual de los ‘gilets jaunes’ tiene a todo el mundo descolocado; mientras desde el extranjero se esperan acontecimientos y la población les mira con simpatía, lo cierto es que por el momento sólo se puede especular sobre el futuro de un movimiento sin cabezas visibles, un ascua que todo el mundo quiere arrimar a su sardina: la izquierda aspira a que surja un Podemos a la francesa, pero Le Pen también quiere ver en el hartazgo de los trabajadores –esos mismos a los que les gusta definirse como ‘clase media’– el caldo de cultivo ideal para su veneno populista.

Y es que la petición de Priscillia Ludosky en change.org sólo se refería a la bajada de los precios del combustible. Demasiado poco para encender semejante fuego, que va a dejar en cenizas la nueva política del ‘simpático’ Macron. Eso sí, los franceses sí que saben cómo promocionar las cosas; en lugar de gasolina, dicen «essence», y claro, a ver quién les discute que una revuelta por democratizar las esencias francesas no es la más loable de las motivaciones.

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política

Blog del escritor Javier Menéndez Llamazares en El Diario Montañés

Sobre el autor

Desde 2009 escribo en El Diario Montañés sobre literatura, música, cultura digital, el Racing y lo que me dejen... Además, he publicado novelas, libros de cuentos y artículos y un poemario, aparte de cientos de páginas en prensa y revistas. También me ocupé de Flic!, la Feria del Libro Independiente en Cantabria. www.jmll.es

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