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Javier Menéndez Llamazares

Llamazares en su tinta

La cartera de Màxim

Lo de encasquetar a Màxim Huerta un ministerio de deporte y cultura –¿tanto monta? ¿monta tanto?–, además de una faena, tiene detrás mucha más estrategia de lo que parece. Faena, porque probablemente el muchacho estaría mucho más tranquilo escribiendo esos tomazos suyos con los que arrasa en las secciones de libros de las grandes superficies, y comentando la actualidad del colorín en la tele, que probablemente esté mucho mejor pagado que eso de mover la cartera de un lado a otra para mayor gloria del gobierno. Más faena, porque España es como es, y en cuanto un autor o personaje público se alinea, siquiera tímidamente, junto a alguna sigla política, ya no puede quitarse jamás el sambenito de paniaguado y el odio eterno de todos los bandos contrarios. Pero todavía más faena, sobre todo, porque lo que seguramente se tomó como una decisión ‘popular’ –o populista, quién sabe– ha generado tal ruido de fondo en las redes y en los mentideros que no hay sueldo ni sobresueldo que lo compense, por muchos gastos de representación con que se redondee.

Claro que una vez que las aguas se amansen probablemente podamos ver el calado de la decisión de Pedro Sánchez, en apariencia tan controvertida: por un lado, el desinterés de Huerta por el deporte no es que fuera manifiesto, sino que él mismo había publicado más de un tuit en el que, entre broma y broma, afirmaba odiarlo. Por otro, las ventas millonarias y las colas interminables en la firmas de libros pueden dar fama y dinero, pero no prestigio literario.

Entonces, ¿por qué le habrá elegido Sánchez para ese ministerio bicefálico e incluso un pelín incongruente? A él, que presumía de no tener «ni puta idea de fútbol». Pues precisamente por eso. ¿Qué mejor que alguien ajeno a los tejemanejes de directivos, intermediarios, representantes, promotores o programadores televisivos? Si, además, promete prestar atención a los deportes minoritarios, bienvenido sea.

Otro asunto es el tema cultural, donde la proporción es la contraria: él procede de la cara afortunada del mundo del libro, y publica en una editorial que diferencia entre ‘escritores’ y ‘escritores literarios’. No sabemos dónde le ubican a él, pero desde luego que su atención como ministro debería enfocarse hacia los que realmente necesitan ayuda, y no hacia las maquinarias de vender papel sin que importe demasiado qué lleva impreso.

Lo fácil, desde luego, sería predecir que su mandato supondrá la frivolización de la política cultural, pero no descartemos que Huerta nos sorprenda. No deberíamos juzgarle como escritor, al menos sin leerle –la pregunta de moda esta semana–, sino centrarnos en el enorme margen de mejora que tiene. Sólo hay que compararle, como dice mi amiga Rosa, con Wert. Eso sí, no sean malévolos y no busquen precedentes de ministros escritores: Màxim Huerta no es Carlos Semprún. Pero es que Pedro Sánchez no es Felipe González. O tal vez sea que esta España tampoco es aquella España.

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política

Blog del escritor Javier Menéndez Llamazares en El Diario Montañés

Sobre el autor

Desde 2009 escribo en El Diario Montañés sobre literatura, música, cultura digital, el Racing y lo que me dejen... Además, he publicado novelas, libros de cuentos y artículos y un poemario, aparte de cientos de páginas en prensa y revistas. También me ocupé de Flic!, la Feria del Libro Independiente en Cantabria. www.jmll.es

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