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Javier Menéndez Llamazares

Llamazares en su tinta

Cabreo permanente

La radio de los coches tal vez parezca un entretenimiento inocente, ideal para matar el tiempo en los atascos y los desplazamientos largos, pero en realidad puede convertirse un aparato infernal. Un artefacto con terribles efectos secundarios.

Y es que en ese aparato suenan voces. Por lo general, cabreadas. Muy cabreadas. Voces que se quejan de lo mal que va todo. De que la economía se hunde. De que la cosa pública es un cacao. De que España se rompe. De que tu equipo vence pero no convence, o ni eso. Cualquier tópico vale, con tal de sacar el látigo y empezar a repartir estopa. Pero lo peor es que es contagioso: tú te dedicas a escuchar un ratillo los programas matinales y ya te pones de mala leche hasta la hora de comer, por lo menos.

Habitualmente, uno está a salvo, refugiado en sus programas memorizados o en el milagro del bluetooth, pero hay ciertos botones que pueden resultar muy peligrosos. O, incluso, emisoras que a ratos programan música ochentera y otros pían sobre política. Y si entras desprevenido, si te ha fallado la batería y se ha desintonizado, o si tu padre ha estado toqueteando la pantalla, lo mismo te sale un locutor echando fuego por la boca, así, sin avisar ni nada.

Está claro que la crítica vende, sobre todo porque motivos para el enfado nunca faltan. Y si el periodista además del colmillo retorcido tiene ingenio y le echa recochineo al asunto, no es de extrañar que sus seguidores sean legión.

Hay reconocer que algún periodespertador tiene  chispa, y ojo clínico para atinar con los males de este mundo. Inteligente y culto, su discurso está tan bien armado que se le perdona la poca voz y la dicción de arrastre, de las erres, fundamentalmente. Con su arsenal de insultos de baja intensidad es capaz de despellejar al más pintado, bordeando con elegancia los lindes de la denuncia; o quisiera ser nunca objetivo de una lengua tan afilada.

El problema es el mal humor que arrastra una gran proporción de la población que luego, con razón o sin ella, se pasa el día buscando bronca en las distancias cortas. Vamos, que cada vez que algo huele mal en Ferraz o en Moncloa ya tiene uno a su padre dispuesto a cantarle las verdades del barquero, como si los demás tuviéramos alguna culpa.

Como si viviéramos para siempre en 1993, con aquella crispación pactada por los gerifaltes mediáticos, se diría que algunos programas de radio buscan provocar un estado de cabreo permanente en sus oyentes. O igual es que era verdad aquella broma de Cheminci, un compañero de la universidad: que los buenos españoles deben ser morenos, bajitos y con mala leche.

La verdad, nos iba mucho mejor en tiempos de la burbuja inmobiliaria. Por lo menos, en lugar de con la política, el personal se distraía mirando obras.

Blog del escritor Javier Menéndez Llamazares en El Diario Montañés

Sobre el autor

Desde 2009 escribo en El Diario Montañés sobre literatura, música, cultura digital, el Racing y lo que me dejen... Además, he publicado novelas, libros de cuentos y artículos y un poemario, aparte de cientos de páginas en prensa y revistas. También me ocupé de Flic!, la Feria del Libro Independiente en Cantabria. www.jmll.es

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