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Subimos hasta la roca con forma de busto en una atractiva ruta de 13 kilómetros por los montes de La Engaña
Nunca hasta hoy habíamos visitado al ‘tío de la boina’. Ya son décadas de observarle en lo alto de los montes de La Engaña, distante y misterioso, en los paseos por la caja de la vía del fallido ferrocarril Santander-Mediterráneo. El ‘tío de la boina’ es un busto de hombre con gorra de rabillo, tallado con paciencia milenaria por el viento y la lluvia. Emociona verlo por primera vez de cerca, descubrir su enormidad, trepar a su cuello y comprobar que, desde su atalaya, él nos veía a nosotros a escala de cucaracha. Porque es de piedra que, si no, el ‘tío de la boina’, como mínimo, sonreiría ante el encanto de las vistas que se le ofrecen desde allí.
Para llegar a esta escultura natural modelada por la erosión, salimos desde Pedrosa de Valdeporres, Burgos (a una hora en coche desde Santander), por la carretera de Dosante. Enseguida tomamos, a la derecha, un desvío marcado por la señal del sendero rural PRC-BU-54, en dirección a San Martín. Esta pista lleva al monte conocido como La Tanalta. Ascendemos hasta rebasar la valla de alambre de espinos colocada para cortar el paso del ganado y, un trecho más allá, torcemos por un ramal a la derecha. Lo seguimos, entre pinares y extensiones de helecho y lo abandonamos cuando alcanzamos la cota adecuada para caminar monte a través hacia las lomas donde se distingue, aún muy lejana, a mano derecha, la formación rocosa a la que pertenece el ‘tío de la boina’.
A pesar de que ya no hay camino y avanzamos por las faldas de las montañas, se puede andar sin dificultad. Durante el recorrido, tendremos que rectar bajo un alambre de espino y pasar por encima de otras cercas por las escalas de madera colocadas al efecto, pero sin mayores dificultades. Es 9 de noviembre y predominan los amarillos, ocres y naranjas en árgomas, helechos, y follaje. Los verdes vivos resisten sobre el terreno, en los pinares y en algunas variedades de arbustos. La luz es gris y mortecina en un día cubierto pero sin lluvia.
Sorteamos valles y cañones y, en el horizonte, se abren panorámicas privilegiadas de Paño y Dulla (Primera Peña y Segunda Peña) y de La Maza. Los montes de La Engaña son rocosos y atravesamos grandes superficies de piedra gris. La erosión ha dado formas caprichosas a las rocas que emergen del terreno o que cayeron sobre él.
Desde Pedrosa de Valdeporres, a 700 metros de altitud, alcanzaremos una cota máxima de 1.050 metros. Tenemos ya ante nosotros al ‘tío de la boina’, perfectamente reconocible, aunque visto desde aquí parece un dinosaurio con la boca abierta y, un poco más de cerca, una gigantesca cobra recogida sobre sí misma y con la cabezota erguida. Es por detrás cuando se aprecian claramente el cogote y la testa del hombre cubierta con la gran boina.
Emprendemos el camino de vuelta, en descenso hacia el valle de Valdeporres, con extraordinarias vistas de Rozas a los pies de Paño y Dulla. Pero, ya cerca del lecho del río, ascendemos otra vez por empinadas lomas cubiertas de árgomas para salir de nuevo a La Tanalta y regresar por la misma pista hasta Pedrosa. Han sido 13 kilómetros en total, de muchas subidas y bajadas, por los originales y vistosos paisajes que guarda en sus dominios el ‘tío de la boina’.