The Shape of Water 2017.119 min. EE UU. Dirección. Guillermo del Toro.
Guión: Del Toro, Vanessa Taylor. Música: Alexandre Desplat. Fotografía: Dan Laustsen.
Reparto: Sally Hawkins, Doug Jones, Michael Shannon, Octavia Spencer, Richard Jenkins, Morgan Kelly.
Género: Fantástico | Salas: Cinesa y Peñacastillo.
Monstruo que te quiero monstruo. Esta hermosa, melancólica, pero feroz fábula contiene un abrazo húmedo y un grito mudo que apela a la excelencia de la imaginación. El encantamiento, por arte de birlibirloque, reside aquí en que la normalidad asusta, se vuelve amenaza y distancia, y la rareza, la extrañeza son aliadas y cómplices compañeras vitales. En este cuento escurridizo, aparentemente simple, habitado por decenas de icónicos guiños y sutiles presencias familiares (también ausencias y fantasmas interiores) lo leve, sencillo y ligero resulta hondo y trascendente; y lo grave y sustancial asoma llevadero, natural y esencial. En ‘La forma del agua’, ese laberinto del fauno que todos llevamos dentro, cabe ‘La mujer y el monstruo’ de Jack Arnbold, aquel pedazo de serie B, atrevido por limitado, y también todas las criaturas insinuadas, no lugares y dimensiones de Lovecraft, el señor de los Mitos de Cthulhu. Pero el director mexicano Guillermo del Toro, cinéfilo antes que cineasta, amasa otros muchos mundos, también los propios, y transforma la apropiación, las deudas y los sueños en un relato fascinante donde de algún modo todo lo marginal, silente, líquido, desconocido se postula monstruosamente cercano, apetecible y deseado, comenzando por la propia idea del amor imposible. ‘La forma del agua’ es, este sentido, el aliento de la sombras, el abrazo húmedo de una ensoñación. En tiempos de superficialidad y banalidad convertidas en canon social y en armas de poder, el cineasta de ‘Mimic’ firma un poema que alumbra la imaginación. Una inmersión desnuda en la diferencia, que apela a aliarse con lo diferente frente a la uniformidad. Subyace en muchas de sus imágenes un musical, una pieza de cámara o quizás un ‘La La land’ de tierras oscuras y profundidades ignotas. Lo admirable de ‘La forma del agua’ es esa respiración al límite de la fantasía, la apnea de lo fantástico, la brazada última del asombro abriéndose paso en una historia sobre la guerra fría, entre corazones calientes, mentes calenturientas y medidas heladas. Un cuento donde el amor, siempre un monstruo extraño, y la pérdida, siempre monstruosa, combaten entre aparentes buenos y malos, donde bella y bestia intercambian papeles y fluidos en un relato que reivindica la intimidad sensorial y la necesidad de soñar. Y es también una mirada directa, cristalina, audaz, combativa políticamente, que reivindica a las minorías (en la trama, los explotados, el tema racial, la mujer, la homosexualidad…) a través de la cámara de un virtuoso fabricante de imágenes. También un homenaje al cine desde esta película acuario donde uno nada hacia el abismo o hacia la superficie con extraña naturalidad, de tal modo que perversión y compasión, sexo y afecto, misterio y sentimiento entrecruzan travesías, mareas e inundaciones hasta dar con la temperatura y el hábitat adecuado de la narración que cada uno lleva dentro. En su superficie: un fantástico y romántico cuento. Cuando se sumerge, una metáfora que ilumina las sensaciones y reclama la libertad y la imaginación para erosionar la realidad. Un relato anfibio e hipnótico que hace frente a quienes han puesto fecha de caducidad a la emoción. También al cine.
Guillermo Balbona comenta la actualidad cinematográfica y los estrenos de la semana
Sobre el autor
Bilbao (1962). Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense. Ser periodista no es una profesión, sino una condición. Y siempre un oficio sobre lo cotidiano. Cambia el formato pero la perspectiva es la misma: contar historias.