Reparto: Bella Thorne, Cameron Monaghan, Mckenna Grace, Jennifer Jason Leigh, Jennifer Morrison, Taylor Spreitler.
Género: Terror. Salas: Peñacastillo.
Hurga en el bucle de la saga. En su identidad y su huella. Pero sin talento ni gracia ni acierto. Lo mejor que tiene esta vuelta de tuerca supuestamente oscura en el legado de una de las casas encantadas más famosas es que su metraje es escaso. Lo peor es su pretenciosa y cargante pretensión de que se revela capaz de ironizar sobre el género con escenas sonrojantes y alusiones directas, dentro de la propia ficción, a las secuelas y precuelas. Aunque no lo parezca, ‘Amityville’ es una marca que ha dado algunas producciones dignas pero también ha generado mucha morralla conducida en la pasada década a través del dvd hasta conformar casi una veintena de títulos. En este ‘despertar’, más pesado que de pesadilla, agotado el modelo original, el cineasta Franck Khalfoun, responsable de ‘Maniac’ persigue las autorreferencias, las ironías sobre citas solapadas y mediocres reconversiones como pedantes guiños al género y a esta saga en particular. La cuestión generacional late al fondo con el conflicto entre una madre y una hija, pero tópicos aparte, los sustos siguen mandando y el filme carece de personalidad visual y deambula encantado de sí mismo en busca, en todo momento, de la coartada del origen de la saga: esa cinta de terror que hace casi cuatro décadas abordó el relato de una casa habitada por fenómenos paranormales, vivencias fundamentadas en la muerte y una fragilidad absoluta, todo ello amparado en la etiqueta entonces inquietante de estar ‘basada en hechos reales’. El drama familiar, desencadenante de la turbulenta vivienda, apenas resulta una cortina de humo, mientras discurren las presencias maléficas y los temblores nocturnos. Poseída por lo convencional y lo previsible, la fotografía de Steven Poster y el teabajo de interpretación salvan al filme, estrenado con demora, del naufragio. ‘Terror en Amityville’, la obra de Stuart Rosenberg, en 1979, tuvo algo de aire fresco y originalidad al jugar con la ambigüedad de la ficción y la realidad y mezclar con eficacia los fantasmas con lo paranormal y los agujeros negros. Khalfoun, también guionista, al margen de la autoparodia envuelve la atmósfera con la sombra de la enfermedad terminal, la angustia juvenil y la acumulación de visiones. El clímax de sótano y en rojo, no podía ser de otro modo, llega cuando las visiones del horror se han presentado tan desmayadas que parecen incómodas visitas de vecinos inesperados. Por cierto en los títulos de crédito asoma el nombre de Weinstein con lo que, ante el horror que sugiere, cabe concluir que la secuela está garantizada.
Guillermo Balbona comenta la actualidad cinematográfica y los estrenos de la semana
Sobre el autor
Bilbao (1962). Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense. Ser periodista no es una profesión, sino una condición. Y siempre un oficio sobre lo cotidiano. Cambia el formato pero la perspectiva es la misma: contar historias.