Knock 2017 113 min. Francia. Dirección: Lorraine Levy. Guion: Novela: Jules Romains.
Música: Cyrille Aufort. Fotografía: Emmanuel Soyer. Reparto: Omar Sy, Ana Girardot, Alex Lutz, Hélène Vincent, Pascal Elbé, Audrey Dana, Chantal Lauby, Christian Hecq
Género: Comedia. Salas: Cinesa y Peñacastillo
La cosa es tan amable y tiene tanto fondo teatral que acaba por parecer toda ella un decorado de cartón piedra. La historia del pícaro convertido en médico que desembarca en un pueblecito francés se mueve entre la fábula, el canto sin malicia a la convivencia y alguna que otra caricatura que desafina del conjunto. ‘El doctor de la felicidad’ quiere ser un parte del imaginario de Capra y tiene mucho de ‘Chocolat’ de Lasse Hallström, pero sin apelaciones estéticas ni el encanto de su personaje. Y aunque no daña a la vista resulta desmayada a la par que alargada e insistente en su relato coral de tintes costumbristas. Para conseguirlo subraya en exceso los estereotipos. Si algunas películas de Margarethe von Trotta para levantar la bandera feminista incluían personajes masculinos que resultaban ser todos tontos, aquí Lorraine no es capaz de levantar un solo perfil que permita echar un pulso a Omar Sy, amo y señor de la función, actor que no parece haberse movido un ápice desde’ Intocable’, pasando por ‘Incompatibles’ y ratificándolo en la reciente ‘Mañana empieza todo’. Hay simpatía y sencillez pero la ambigüedad del tono no funciona. Hay predisposición a la comedia pero falta ritmo y tan pronto se busca la parodia fina como se persigue un impresionismo pintoresco. Entre dos aguas y con escasa empatía por este médico, que aconseja modales más que receta curas, el filme va discurriendo hacia tierra de nadie. Los personajes estereotipados no encuentran su lugar en el mundo,. Son mera tipología con paisaje al fondo. El retrato social –el filme está ambientado en los años cincuenta – carece de profundidad. Todo el discurso transcurre amable, en la superficie de las cosas, entre la anécdota y el ripio. La historia está envuelta en una burbuja bucólica, pero tampoco melancólica, sino laxa y fútil. Bonachona y apacible, sin embargo, los entresijos de la condición humana son abordados con una insustancialidad tan exasperante que impide que la película alcance algún momento de celebración, agitación o de sorpresa. Por si fuera poco el toque moral está casi siempre presente; el sentido de la ejemplaridad parece inevitable; y el melodrama asoma como un ingrediente impostado pero obligado para el resorte seductor de la obra. El enfermo imaginario de Molière es la sombra que cruza un relato que a veces parece estar deseando llevar dentro un Tati que la despierte como comedia, y otras un guionista que desvele los matices y terrenos subliminales que subyacen bajo el ungüento de armonía y buenas intenciones que disfraza esta fábula meliflua.
Guillermo Balbona comenta la actualidad cinematográfica y los estrenos de la semana
Sobre el autor
Bilbao (1962). Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense. Ser periodista no es una profesión, sino una condición. Y siempre un oficio sobre lo cotidiano. Cambia el formato pero la perspectiva es la misma: contar historias.