Hay platos que perduran y se mantienen prácticamente vírgenes desde hace siglos. ¿A quién se le ocurre, por ejemplo, hacer algo con los percebes que no sea cocerlos en agua salada? o ¿cómo sería la fabada sin alubias, morcilla, tocino y chorizo? Se pueden desectructurar los conceptos básicos, experimentar con algunos ingredientes, darle el toque personal a las cosas, pero poco más.
Uno de estos platos de toda la vida, no sé si además de en Cantabria en otros lugares del país, es el queso de Burgos con dulce de membrillo. Este sencillo y singular postre sigue siendo muy reclamado por muchos cántabros en nuestros restaurantes.
El membrillo es una fruta que procede del Cáucaso y que, por su dureza, se transforma en mermelada o puding. El Cydonia Oblonga, de 57 calorías (100 gramos), 1,9 gramos de fibra y 0 calorías y colesterol, servía a las novias griegas para, después de morderlo, endulzar los besos.
El dulce de membrillo se vende ya elaborado en supermercados y tiendas de alimentación. Para mí, una de las mejores marcas es ‘El Quijote’, que desde 1840 elabora en Puente Genil (Córdoba) este peculiar dulce. Por cierto, en su página de facebook se pueden encontrar recetas muy interesantes a realizar con este producto, como el foie ahumado con crema de cerveza y caldo de membrillo, crujiente de queso relleno de membrillo o empanadillas dulces de membrillo. Deliciosas y fáciles todas.
También se puede hacer en casa a base de mambrillos bien maduros, azúcar, zumo de limón y vainilla. Incluso hay quien apuesta por la canela y el vino blanco para añadir a la mezcla.
En cuanto a su mezcla con el queso fresco, siempre se ha recurrido al de Burgos, por ser el más conocido, aunque en Cantabria ya lo elaboran casas como La Pasiega de Peña Pelada o Lafuente. También es frecuente que se utilice un queso con un poco más de sabor, como es el de nata.