Afortunadamente pasaron las fiestas navideñas y los estómagos vuelven a la normalidad. Es hora de planificar menús más digestivos para el mes de enero, sin olvidar que estamos en invierno y hace falta algo caliente para llevarse al interior de nuestros castigados cuerpos. Es tiempo de sopas, caldos, purés, arroces y verduras. Tiempo de legumbres sin mucho compaño. Momento de patatas guisadas con algo.
Hace unos días bajé a por una merluza para hacer en salsa, con sus almejitas, colas de langostinos y salsa marinera. Cuando el pescadero me ofreció la cabeza le dije que no, precipitándome en la respuesta. Una señora que aguardaba su turno detrás mío le dijo entonces al dueño del negocio que ella la quería para hacer unas patatas en salsa verde. Al oír esas palabras mágicas me di cuenta de que había dejado pasar una gran oportunidad y que tendré que esperar unos cuantos días para hacerme de nuevo con una buena merluza, solo que esta vez la voy a querer entera, con cabeza y todo.
Las patatas en salsa verde se han comido durante toda la vida en las casas de este Santander nuestro. En cada una de ellas había una receta propia, curiosamente con los mismos ingredientes: cebolla, ajo, patatas peladas y picadas, la cabeza y las raspas del pescado, vino blanco, sal, agua y perejil. Las madres con más tiempo libre hacían primero un buen caldo con las partes menos nobles del pescado, puerro, la cáscara de la cebolla y una zanahoria. Las más ocupadas, echaban directamente a la cazuela la cabeza para cocerla con las patatas y el resto de los ingredientes.
Yo prefiero la primera fórmula. Una vez hecho el caldo, calentamos aceite en la cazuela para pochar la cebolla y el ajo. Después añadimos las patatas, rehogamos, y echamos el vino blanco. Al rato añadimos el caldo del pescado bien colado, la sal y el perejil, y dejamos hacer durante 30-45 minutos. Servido bien caliente, con huevo cocido picado, nos rejuvenece.