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Javier Menéndez Llamazares

Llamazares en su tinta

Los reyes

Cada vez que las estadísticas nos recuerdan que lo que más valoramos en España es la monarquía, uno tiende a pensar sin remedio que, más que a los Borbones, en lo que pensamos cuando nos pasan la encuesta es, en realidad, en los Reyes Magos.

Y es que, por mucho corazoncito republicano que se quiera tener, ¿quién iba a ser capaz de pedir la abdicación de trío de Oriente?

Sin entrar en cuestiones metafísicas, eso de tener a tres desconocidos que cada año te regalan lo que les pidas, y por la cara, con sólo ponerles a tiro las zapatillas, más que una tradición debería ser un derecho amparado por las Naciones Unidas. Claro, es lo que tiene la magia, que no tiene uno que preocuparse por la realidad y todas esas cosas tristes en forma de facturas, letras y amenazas de ruina, sino sólo por pedir lo que a uno realmente le apetecería tener. Y sin remordimientos consumistas, que para algo que es gratis…

La situación, cierto, ya no es como antes, cuando los escolares nos pasábamos el trimestre esmerándonos bajo la amenaza de recibir sólo carbón si las notas o el comportamiento no eran el esperado. Y es que en apenas unas décadas nos hemos enriquecido tanto que hemos pasado de las muñecas de trapo y las naranjas que recibían nuestros abuelos a las ‘pleis’ y los ‘esmarfones’ que nos requieren nuestros retoños. En mi infancia, por ejemplo, arrasaban el cinexin, los clics de famosa y el tente, aunque lo que de verdad, de verdad, queríamos era un scalextric, pero tampoco era plan de abusar escribiendo la carta, que ya nos advertían que no cabía en las alforjas del camello. Este año, en cambio, la cosa va más de palos extensibles para hacerse selfies; no está claro que hayamos salido ganando con el tiempo.

La queja general, en los tiempos heroicos, era la desazón de recibir los juguetes justo el último día de vacaciones, sin tiempo poco más que para ponerles las pilas. Un trauma que nuestra generación resolvió sin más problemas, importando a Papá Noel y duplicando los regalos, en nochebuena y en el día que marcan los cánones. Un alivio para los chiquillos, y un alegrón inmenso para todo el sector, que ve duplicada la actividad económica, y todos tan contentos.

Lo que podrían, eso sí, es poner la noche de Reyes un poquito más tarde, más que nada para que coincidiera con las rebajas, y así ahorrarnos una pasta, que están los tiempos muy achuchados con eso de la crisis y al final en vez de en camello van a acabar viniendo en vespino, que se puede cargar mucho menos.

 

[Publicado en EL DIARIO MONTAÑÉS el 4 de enero de 2015]

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Sobre el autor

Desde 2009 escribo en El Diario Montañés sobre literatura, música, cultura digital, el Racing y lo que me dejen... Además, he publicado novelas, libros de cuentos y artículos y un poemario, aparte de cientos de páginas en prensa y revistas. También me ocupé de Flic!, la Feria del Libro Independiente en Cantabria. www.jmll.es

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