A los que nos pierde la boca, no tenemos remedio. Y es que basta que el Racing encadene cuatro partidos invicto para que la moral se nos suba a las nubes y andemos por ahí sacando pecho, como si ya estuviera poco hecho. Luego, claro, llega la realidad a bajarte de la nube, y el aterrizaje suele resultar de lo más traumático.
Jugaba nuestro equipo en La Romareda, un clásico de primera que hacía tiempo ya que no disfrutábamos, y como siempre sucede en estos casos, el espíritu deportivo alcanza para escribir enseguida a los amigos maños para desearles suerte, pero a partir del encuentro siguiente. En concreto, el que suscribe escribió a su amigo Ignacio Martínez de Pisón, irredento aficionado del Zaragoza, por tradición y querencia y hasta por vía política por parte de suegro, que llegó a ser entrenador del club en la época dorada de los ‘cinco magníficos’. A tanto llega la pasión de Pisón por su equipo, que incluso le dedicó un libro, ‘El año del pensamiento mágico’, publicado en la colección ‘Hooligans ilustrados’ de Libros del KO.
El caso es que amigos sí, y respeto también, pero vista la racha de nuestro equipo, uno se envalentonó y en su mensaje daba ya el partido por ganado, en un indisimulado alarde de confianza. Lejos de cualquier hooliganismo, la respuesta del zaragocista no pudo resultar más elegante: «Si tenemos que perder, que sea con el Racing». Si ya hasta los rivales nos quieren, es que la cosa estaba medio hecha.
Pero no pudieron empezar peor las cosas, con un gol de esos que se pierden los impuntuales, y que más que por el acrobático remate del delantero, destacó por la salida en falso del guardameta verdiblanco. Seguro que a Raúl Fernández no se le olvidará su debut, justo en pleno debate sobre si la lesión del capitán Mario afectaría al equipo. Claro que tampoco sería justo cargar las tintas con el cancerbero; se trata del gran dilema del portero, salir a empequeñecer la portería y correr el riesgo de que una vaselina te deje con el molde, o quedarte bajo palos y que el larguero que aplane el occipicio. Los guardametas, ya se sabe, viven entre el sí y el no; generalmente, mueren en la indecisión, pero a veces son precisamente las decisiones equivocadas las que los rematan.
Claro que a este Racing poco le importan las adversidades: además del talento de ‘veteranos y noveles’ – Miguélez y Concha, especialmente–, volvió a demostrar que cuenta con el mejor argumento ofensivo de la categoría, y es un delantero en estado de gracia por el que todos los racinguistas deberíamos dar gracias de rodillas un par de veces por partido. Esta vez, sin embargo, tan sólo hubo un éxtasis a cargo de Koné, y fue un soberbio tanto que, por una vez, no fue por velocidad. Eso sí, el resto del partido le sirvió para desquiciar por completo a la zaga rival, en especial a un viejo conocido, el central Rubén, que todavía debe de estar buscando al costamarfileño.
Parecía sólo cuestión de tiempo que llegase la victoria, por más que el Zaragoza atacara y llegase con asiduidad al área de un entonces seguro Raúl. Sin embargo, una mala patada relegó a Koné al banquillo, después de que impericia arbitral nos sisara un penalti.
«Empatar no, que un punto no vale para nada», me había advertido Pisón. Y su premonición cobró forma en el último minuto del descuento, cuando un tal Romero aprovechó uno de los escasos errores defensivos del Racing para derrotarnos de la forma más amarga. «Qué bueno es Koné», se despidió Pisón, sin querer hacer sangre. Eso sí, nos veremos en Los Campos en la segunda vuelta.