El fútbol nos debe un título; y no sólo porque nunca hayamos ganado nada, más allá del Trofeo de la Galleta o aquellas Ligas del Norte cuando ni siquiera había blanco y negro. Probablemente una liga no vamos a ganarla nunca –ni siquiera ahora que se llama ‘Liga Santander’, como para poner aun más de manifiesto cuánto ‘pasa’ ese banco del Racing–, pero con la Copa del Rey tenemos una doble espina clavada: la del plante, y la semifinal que nos birlaron en el Calderón con un penalti a kilómetros del área.
Simplemente ver la alineación que presentó Viadero anoche supuso un auténtico alivio: nada de tirar la Copa. Nuestro míster no es de regalar nada. Al contrario; dispuso a su equipo de gala, con el generoso guiño de la alternancia de porteros, para que a Raúl Domínguez no se la haga demasiado larga la temporada. Y sobre el césped, la receta de siempre: líneas juntas, presión constante y mucho talento de medio campo hacia delante.
Que la Llagostera tampoco había venido a pasearse se vio en el primer balón dividido –en concreto, lo comprobó en carnes propias Óscar Fernández, al que arrolló un tren de mercancías por la banda izquierda, que lucía el brazalete de capitán–, aunque contra este Racing, rocoso y con pegada, poco pudieron hacer. Se mantuvieron en el partido gracias al juego duro y a un árbitro de opereta, pero el equipo de Viadero les maniató desde el principio.
El partido, además del resultado y las expectativas abiertas para próximas rondas, nos sirve para conjurar los fantasmas de la última fase de ascenso: este Racing sí es competitivo. Y otro tópico que rompe es de la falta de gol, un mal endémico en las últimas décadas en El Sardinero. Se estrenó Caye Quintana, con hechuras de gran delantero –y eso que al principio recordaba demasiado a Rosenber, aquel sueco que ldestacaba por su calidad, visión de juego, yelegancia… Todo lo hacía bien, menos marcar goles; menos mal que, en el caso de Caye, fue una falsa alarma–, aunque quien más brilló fue Heber, que marcó un gol de antología. Y lástima el mano a mano de Aquino, que rompió su racha.
El único punto negativo lo pusimos los aficionados. Por megafonía anunciaban orgullosos que ya hemos pasado por caja siete mil quinientos sufringuistas, pero en Los Campos de Sport no había ni quórum. Qué vamos a hacerle, si sólo nos gusta estar a las maduras…
En cualquier caso, el equipo consiguió encandilar al público con su juego, y la animación era tal que el estadio parecía estar llena. Al final, se cantaba en La Gradona: «este equipo tiene toque, este equipo tiene gol, este equipo tiene todo para salir campeón». Sólo faltó añadir que tiene picardía para cerrar los partidos, y garra a raudales, porque hasta los jugadores más técnicos, como Álvaro Peña, meten el pie y luchan con una entrega de auténticos gladiadores. Y un entrenador cuya apuesta por la cantera no es un farol: con el dos a uno y todo en juego, sacó a dos canteranos.
No sabemos si Luisito, como presumía el otro día, haría maravillas con esta plantilla y este presupuesto, pero hasta el momento el que las está haciendo es Viadero.