Pese a todo lo evidente, hay cierta melancolía en el verano; cualquier racinguista lo sabe: no juega tu equipo. Y eso que hay amistosos, y esta vez todos a tiro de piedra. Y se abre el tradicional zoco de todas las pretemporadas, donde todo y todos están en venta, en el mercado. Ni siquiera faltan los inevitables líos institucionales, esos que persiguen a un club con el alma en vilo hasta en vacaciones.
Sin embargo, de poco vale todo eso: hasta que no arranca la liga, a los racinguistas parece que nos falta algo.
Y eso que este verano por fin la directiva ha tenido el detalle con los aficionados de organizar un torneo veraniego, el ‘Memorial Manolo Preciado’, que esta vez se ha disputado en El Sardinero y con dos rivales –dada la coyuntura– de auténticas campanillas. Lástima que cayera demasiado pronto como para servir de presentación ante la afición, pero al menos vino a paliar, aunque fuera levemente, esa ‘saudade’ de una hinchada que también en julio y agosto sigue siendo racinguista.
Eso sí, el regreso a los Campos de Sport sirvió para comprobar cómo lo que nunca pasa de moda es la manía de exprimir al racinguista. Y es que, tras pasar por taquilla a cumplir la penitencia anual, que no baja ni con los descuentos por antigüedad y pronto pago, en cuanto uno llega a su estadio se da cuenta de que todo sigue igual; igual de sucio, igual de roto, igual de abandonado…
Pagar más de trescientos euros por un asiento partido, con los soportes oxidados, reventado y además decorado por una pátina de roña solidificada, es uno de los misterios más inexplicables de esta tierra. Claro que no sólo mi asiento está inutilizable: media tribuna está igual. Cualquier jornada llegaremos a ver el partido y nos encontraremos con un perímetro de seguridad, porque habrán declarado El Sardinero en ruinas. Pero claro, seguramente es mucho más urgente peatonalizar Cervantes, y replicar el mismo caos provocado por el capricho anterior, en Lealtad. En fin, ya se ve lo que le importa al ayuntamiento los racinguistas…
Al menos, en lo deportivo y en lo financiero hay buenas noticias, lo que ya resulta una novedad absoluta. Don Dinero, ya se sabe, es siempre lo primero, y no sabemos cómo habrá engatusado la directiva al gobierno de Cantabria, pero lo cierto es que Revilla y Rosa Eva parece que se han ablandado y han hecho un inexplicable truco de prestidigitación parlamentaria –porque el convenio anunciado no parece más que una declaración de intenciones, con tope pero sin suelo–, que en realidad sirve para que acabe pagando las facturas la empresa ITM, presunta salvadora del Racing hasta que se demuestre lo contrario.
¡Gloria, gloria, aleluya!, cantamos los sufridos racinguistas, no queriendo percibir el olor a chamusquina de que los mismos que prometieron la atomización del club vendan ahora un treinta por ciento de la sociedad a una empresa privada que, además, va a explotar los derechos publicitarios del Racing; es decir, lo único prácticamente que ya le quedaba por enajenar. Ahora ya, para la próxima, sólo va a poder vender el alma. Esperemos que esta aventura de ITM sea para bien.
Por otro lado, el revuelo por el convenio con el gobierno ha sido mínimo, casi imperceptible, por mucho que le duela a Ciudadanos. Por supuesto que a nadie le gustan las subvenciones encubiertas –aunque mucho menos las que reciben los partidos políticos–, y por supuesto que nadie quiere políticos en el club, pero si significa la salvación del Racing, tampoco vamos a quejarnos. Eso sí, alguien en el partido debería explicar a su flamante diputado lo que significa ‘nocturnidad’.
Y más buenas noticias llegan desde el ‘prao’; y es que, después de una pretemporada tediosa y decepcionante –perdonen ustedes la redundancia: ya sabemos que así son siempre las pretemporadas–, los últimos encuentros nos han ido dejando entrever cómo será el Racing de esta campaña.
Lo cierto es que, después de las declaraciones de Viadero, convencido no sólo de tener un grupo magnífico, sino de que logrará el ascenso, uno llegaba al último amistoso en Galizano con el lápiz bien afilado: como siempre, falta gol arriba –no hay ni dinamita ni puntería– y seguridad atrás –la defensa con canteranos parecía improvisada–. No contaremos, salvo sorpresa mayúscula, ni con Koné ni con los San Emeterio, pero el nuevo míster no sólo ha renovado al equipo, sino que le ha conferido algo que echábamos de menos desde hace dos años: personalidad.
Que el nuevo Racing es de Viadero resulta indudable: lucha hasta la extenuación, aprieta al rival y busca el área rival a la mínima oportunidad. La velocidad es el santo y seña del equipo, hasta en los saques del portero. Si además contamos con la mejor versión de Peña y un Óscar eléctrico, la agresividad bien entendida –Córcoles es el jefe– promete un año intenso y vibrante.
Que empiece ya.