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Javier Menéndez Llamazares

Llamazares en su tinta

El lenguaje de la pólvora

El horror en forma de terrorismo ha vuelto a golpear a Europa por sorpresa, pero lo sucedido el viernes en París no es nuevo; se parece demasiado a lo que ocurrió hace dos años allí mismo, a lo que antes había pasado en Madrid y Londres o a los atentados de Nueva York. Cambian los detalles, pero el trasfondo el siempre el mismo: lo que algunos entienden por guerra santa, que más bien parece un invento demoníaco.

Según la versión oficial, todas estas masacres son perpetradas por fanáticos religiosos, pero ¿qué clase de religión puede predicar que un mundo mejor se construya a sangre y fuego? Otra cosa es que utilicen las creencias para lavar cerebros, porque la única forma de convencer a alguien de inmolarse parece ser la devoción extrema. Probablemente, los dementes que llevan a cabo estas atrocidades lo hagan convencidos no sólo de su heroísmo, sino incluso de su buena fe. De que luchan por una causa justa, de que obran bien dentro de su lógica perversa. De hecho, no descarten que antes de empuñar sus armas se hayan entregado a la oración con total sinceridad. Pero no hay mejor caldo de cultivo para esas fantasías redentoristas que la injusticia. Y en el mundo árabe no debe de escasear, precisamente.

¿Cómo combatir entonces contra estos enemigos? ¿Cómo convencer a todos los que los alientan y apoyan de que ese no es el verdadero camino del bien, de que no se puede apelar a la justicia divina con un kalasnikov en la mano? Durante décadas, la estrategia ha sido apoyar a caciques con o sin corona, a los que convertimos en multimillonarios aliados de Occidente a cambio de que sujeten con mano de hierro a los insurgentes, pero parece que eso ya no basta.

Porque detrás de los impresionantes despilfarros de Oriente Medio, de las ciudades sobre el mar o los oasis artificiales en medio del desierto, hay una gran masa de personas que abrazan los más belicosos extremos de la religión como única esperanza para sus vidas miserables, atrapados en un mundo de tecnología punta pero con un reparto social peor que en la Edad Media. Y mientras aquí sólo nos preocupemos de mantener a raya el precio del barril de crudo, mientras sigamos midiéndolo todo con balances contables, no nos quedará otra que alimentar la espiral de combatir el fuego con el fuego.

El poder bélico de Occidente ya lo conocen de sobra; lo que desde luego no les hemos exportado han sido los beneficios de ser un ciudadano libre en un estado de derecho. En lugar de exportar coches y tornillos, exportemos educación, riqueza, democracia. Únicamente así podremos luchar contra la barbarie; de otro modo, lo que haremos es alimentar el odio de aquellos que sólo entienden el lenguaje de la pólvora.

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Blog del escritor Javier Menéndez Llamazares en El Diario Montañés

Sobre el autor

Desde 2009 escribo en El Diario Montañés sobre literatura, música, cultura digital, el Racing y lo que me dejen... Además, he publicado novelas, libros de cuentos y artículos y un poemario, aparte de cientos de páginas en prensa y revistas. También me ocupé de Flic!, la Feria del Libro Independiente en Cantabria. www.jmll.es

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