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Javier Menéndez Llamazares

Llamazares en su tinta

Pícaros del descuento

Aunque mi padre perteneció a aquella generación que gastaba menos que un ruso en catecismos –rusos soviéticos, obviamente–, o quizás precisamente por eso, como más disfrutaba era ahorrando. O, más exactamente, echando cuentas de todo lo que había ahorrado. Todo un experto del descuento, la oferta y la ocasión; el tres por dos, el dos por uno y la mitad de precio. Incluso, yo creo que muchas veces compraba hasta lo que necesitaba, sólo porque lo que había encontrado era tal chollo, que cómo iba a dejarlo pasar… De hecho, ahí ha quedado su fabulosa colección de herramientas, sin apenas estrenar, pero ¿cómo resistirse a una amoladora al treinta por ciento de su precio original? Aunque no te haga falta, y ni siquiera sepas qué demonios es una amoladora, no está el patio como para andar desaprovechando oportunidades.

El caso es que todo se pega y, si no, se hereda. Y además del arsenal de herramientas que me toca por la legítima, lo de andar comparando precios se convierte en un mal vicio más pegadizo que una canción de radiofórmula. Claro que esto no va a ser una tara familiar, un sexto dedo o una rara intolerancia que pase de generación en generación –hay que ver… a unos les legan título, castillos, yates o cuentas en Suiza y otros ni siquiera sabemos por qué es tan nefasto el impuesto de sucesiones, porque sólo nos ha caído la triste necesidad de andar calculando en céntimos en vez de en millones de euros–; más bien, debe de tratarse de un mal muy extendido, porque los folletos publicitarios –esa fabulosa ‘literatura de buzón’– siempre recurre a lo mismo: a la oferta. Sobre todo, en estas fechas tan poco señaladas, una vez que ya ha caducado el discurso televisivo del rey y toca recoger los adornos del arbolito y el papel albal de los belenes.

Y es que ahora llega ese tiempo verdaderamente hermoso, el de las rebajas, cuando por fin puedes sentirse como un capitalista llevándote a casa más bolsas de trapitos que Julia Roberts en aquella peli cursi. Siempre que te haya sobrado algo, claro, que los Reyes serán mágicos pero salen tan caros o más que los constitucionales.

Tan global debe ser esa tendencia al ahorro, que los fenómenos del marketing la explotan a conciencia. Es la picaresca al otro lado del escaparate. Cuando yo era crío, pasaba cada tarde delante de una tienda de ropa, y me fijaba en una de las camisetas, un poco punki –con las mangas recortadas, a lo Tequila–. Mil pelas pedían por ella. Pasó el largo invierno, y a primeros de enero le pusieron encima un cartel enorme: «Rebajas. 999 ptas.». Espectacular. No sé ni cómo pude resistirme ante semejante ahorro. Pero, como el progreso es imparable, ayer me topé con una oferta todavía mejor, comprando el chocolate de Reyes: «Precio más bajo. Antes: 1,88 €. Ahora: 1,88 €». No era una errata. Y qué rico me ha sabido, con ese descuentazo.

Blog del escritor Javier Menéndez Llamazares en El Diario Montañés

Sobre el autor

Desde 2009 escribo en El Diario Montañés sobre literatura, música, cultura digital, el Racing y lo que me dejen... Además, he publicado novelas, libros de cuentos y artículos y un poemario, aparte de cientos de páginas en prensa y revistas. También me ocupé de Flic!, la Feria del Libro Independiente en Cantabria. www.jmll.es

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