No, no, nada de Plus Ultra ni otras veleidades patrias –«ya nadie habla en latín», se lamentaba hace unos días el científico Félix Sangari, mientras se le escaba un ‘O tempora! O mores!’ de lo más ciceroniano–; lo del plus en realidad es un préstamo del inglés para un certamen de belleza: Miss Plus Size. Es decir, para el más allá de las tallas, sean estas L, XL o XXL; grande o extragrande; o todo lo que rebasa una treinta y cuatro, que uno no sabría cubicar demasiado bien, pero que viene a ser la medida, más o menos, de los sacos de huesos.
Lo del tallaje, por supuesto, está muy bien, porque el mundo es diverso y el paisanaje mucho más, y si nos vamos a poner demócratas cómo no serlo con lo que cada cuál quiera o pueda dar en la báscula. Pero lo cierto es que tanto canon famélico estaba dando ya una grima espantosa. Que sí, que mola eso de estar esbelto, los cuerpos danone y mantener la línea, pero sin pasarse de la raya. Que eso de que la belleza va por dentro, en muchos casos es la única solución, porque de enjutos que son algunos envoltorios, poco les puede caber en el interior.
Probablemente, para ser maniquí –que es lo que en principio eran las modelos, mucho antes de que las idealizásemos, las llevásemos a las portadas y los adolescentes empapelaran con ellas las paredes de su habitación y las carpetas– cuanto más se parezca uno a una percha, mucho mejor. Mejor caída, más línea recta, más simetría. Pero claro, lo de la belleza es otra cosa, otra bien distinta.
El que mejor lo sabía era Adolfo Domínguez, que ya en los ochenta se tiró el rollo con aquello de «La arruga es bella». Cuarenta años más tarde, sigue igual de convencido, sino más, pues ha vuelto a la carga con un nuevo eslogan, «Sé más viejo». Y poco importa que lo diga para vendernos trajes de lino o sol embotellado, porque un empresario capaz de publicar una oferta de empleo pidiendo un ‘poeta’ se merece más millones que Amancio, como poco.
Arrugas y curvas, edad y kilos. ¿Acaso la belleza no radica en las imperfecciones? En ‘Que se mueran los feos’, la novela más alocada de Boris Vian –y que nada tiene que ver con la canción de Los Sirex que versionara Loquillo, ni mucho menos con la peli de Nacho Velilla–, el guapo protagonista acaba suspirando por una émula de Quasimodo, convencido de que nos atrae lo que escasea. Craso error, ya le corrige el refranero con su «más vale que sobre…»; y si no, echen un vistazo al concurso de Miss España Plus Size, que se lo va a traer para Torrelavega Paula Coterillo. Una belleza rotunda, la de las mujeres de verdad. Las que no quieren ser muñecas.