Había altas, altísimas expectativas después del triunfo ante el Castilla, y el racinguismo respondió con una buena entrada, a pesar de que era agosto y hacía tarde de playa. Buen ambiente, tal vez propiciado por la rebaja en los precios de los abonos, que se tradujo en unas tribunas mucho más coloridas, y muchas ganas de animar en una afición ávida de alegrías y que empujó al equipo en los momentos más delicados.
Además, se ganó, y algunos jugadores cuajaron un gran partido –especialmente, los dos mediocampistas, Sergio y Kitoko–, y otros dejaron buen sabor de boca y la promesa de grandes tardes esta temporada –sobre todo, esa banda derecha de Cayarga y Buñuel–. Hasta ahí, lo positivo de una tarde de estreno en la que había que ganar y se ganó.
Y es que, a pesar de lo mucho que lo festejamos en la grada, y las celebraciones del equipo y los técnicos, el partido no fue como para tirar cohetes. Cierto que la Real Sociedad B no es el Castilla jugando a medio gas; hace tres meses no sólo nos dejaron fuera del playoff, sino que nos hicieron un traje. Nada que ver con aquella fatídica despedida de la pasada temporada, afortunadamente. Pero es que de aquel Racing sólo quedan tres jugadores. Ayer, los visitantes apenas inquietaron a Iván Crespo, pero en lugar de sacar pecho, hay que reconocer que el Racing apenas tiró a puerta, no creó prácticamente ocasiones y se llevó el partido en un error clamoroso del portero rival. Por supuesto que, a efectos prácticos, todas las victorias cuentan, y benditos sean los tres puntos, pero igual deberíamos rebajar un poco la euforia, porque el juego del Racing dio para un empate a cero, y gracias. Porque acabaron pidiendo la hora, y con los realistas en el área local. Como en los últimos años, pero como por el momento Iván Ania está en periodo de gracia, los aficionados haremos como que nos hemos dado cuenta de que la iniciativa y el control del juego los tuvo el rival durante casi todo el partido. Vamos, que bendito sea Andoni Zubiaurre y el gol que se marcó él solito, porque en lugar de aquel Racing vertical y eléctrico que nos prometíamos en pretemporada lo que vimos ayer no distaba demasiado de ese otro al que se ha silbado en los últimos años por rácano y reservón.
Y del realismo en lo deportivo pasamos al realismo sucio en lo empresarial: el estadio sigue igual de desvencijado que la semana pasada. No, peor: los asientos están aún más rotos. ¿Habrá que ir a la oficina de consumidores?