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Javier Menéndez Llamazares

Llamazares en su tinta

Santander – Madrid – Santander

No sé si solo nos ocurre a los que crecimos en los setenta, con Almodóvar recomendando que el camino del éxito pasaba por mitificar ciudades como Nueva York, Londres o… Madrid. El caso es que para muchos no hay otra meca que el ‘foro’, como les gusta autodenominarse pomposamente a los habitantes de esa ciudad donde todo el mundo es de fuera, a poco que rasques. Gatos, al final, son cuatro.

En aquella época, todo pasaba en Madrid, y tampoco es que las cosas hayan cambiado demasiado; sólo que lo que antes sucedía en los diarios, los programas de radio nocturna y, sobre todo, en nuestra calenturienta imaginación de muchachos de provincias, ahora sucede en las pantallas. Pantallas que siguen alimentándose de ese aire viciado y adictivo que casi ni puede respirarse en la vieja villa y corte, o como mucho en Barcelona, ese polo opuesto cuya atracción mutua magnetiza la actualidad nacional hasta cortocircuitarla.

Por eso, el objetivo a medio o largo plazo de cualquiera que quiera prosperar es, qué remedio, mudarse a Madrid. Músicos, plumillas, artistas de todo pelaje… Pero también informáticos, encofradores, ingenieros, politiquillos, chicas monas y niños de papá, aprendices de vividores y hasta manguis, que allí es donde de verdad se pueden dar buenos golpes.

Madrid es un hervidero donde todo se cuece, donde se experimenta el futuro del resto de España. Allí se inventan palabras, se moldean actitudes, se construye la opinión pública. Es un caos moderadamente ordenado, un atasco permanente, pero es también la gran ciudad más alegre del mundo, donde a nadie le importa que le claven hasta los tuétanos, si la caña está bien tirada.

Sin embargo, hay otro Madrid, que poco tiene que ver con el del imaginario colectivo, con los neones de la Gran Vía, el glamour castizo de Chueca y el regusto afrancesado del barrio de Salamanca. El Madrid de seis millones de supervivientes que apuntalan con su trabajo una ciudad más poblada de lo razonable, más cara de lo sostenible, más pobre de lo que parece.

Y es que estos días me ha tocado hacer el trayecto inverso al que de los madrileños, que huyen de su ciudad en cuanto el calendario se lo permite. Mientras ellos invaden Cantabria, como si no supieran que el verano allí es una convención, yo tuve que adentrarme en el Madrid de verdad, el que sufren las personas corrientes, los que no salen por la tele ni tienen millones de followers. Basta con recorrer los barrios populares, los parques atestados o el transporte público para comprobar hasta qué punto estos ciudadanos están olvidados por parte de sus gobernantes, que sólo tienen ojos para los distritos de relumbrón.

Claro que en el resto del país tenemos motivos de queja, pero a los habitantes de la periferia nos bastaría con comparar los centros de salud de Muriedas o Polanco con los de, por ejemplo, la madrileña avenida de Portugal, para entender que, a lo mejor, los verdaderos privilegiados somos nosotros.

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Blog del escritor Javier Menéndez Llamazares en El Diario Montañés

Sobre el autor

Desde 2009 escribo en El Diario Montañés sobre literatura, música, cultura digital, el Racing y lo que me dejen... Además, he publicado novelas, libros de cuentos y artículos y un poemario, aparte de cientos de páginas en prensa y revistas. También me ocupé de Flic!, la Feria del Libro Independiente en Cantabria. www.jmll.es

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