Menos mal que, como Ray Bradbury se encargó de enseñarnos, los libros sólo arden a partir de los 451 grados Fahrenheit, porque a poco que se redujera esa cota este agosto se podría reeditar el gran incendio santanderino, aunque esta vez en la futura plaza Botín –todavía de Alfonso XIII–. Al menos, de los dos ingredientes básicos, calor y combustible, hay a raudales en esta nueva edición de la Feria del Libro Viejo.
A pesar de la intensa solana, que invitaba más a encaminarse hacia Peligros o El Sardinero, y habitual competencia del mercadillo del túnel –los libros son uno de los productos estrella de este rastro, aunque su estado de conservación nada tiene que ver con el mimo de los libreros–, la feria continúa incombustible, otro verano más. Ni el mercurio disuade a los lectores, que se acercan en un goteo que no se interrumpe ni en los momentos de más calor del domingo.
Y es que esta feria nada tiene que ver con las habituales, en las que el visitante acaba viviendo un interminable ‘déjà vu’, con la sensación de que ese mismo puesto ya lo ha visto antes. Con el libro viejo, en cambio, cada puesto es diferente. Puede que compartan materia prima, y que encuentres el mismo título en varios sitios, pero cada librero muestra su particular acercamiento a ese objeto de deseo, lo que hace que ninguna caseta se parezca a otra.
Lo podemos comprobar, por ejemplo, si arrancamos nuestro paseo en el puesto de Roales. Espejo de su librería, nos da la bienvenida con una sección de cómic, y una pequeña colección de vinilos, a sólo 5 euros. Sobre la mesa destaca un ejemplar de ‘Celtiberia Show’, de Luis Carandell. En el fondo local, el protagonista es ‘Azul mahón’, de Baldomero Madrazo. 20 euros por una novela inencontrable sobre la guerra civil en Santander.
Para los fanáticos del completismo, la leonesa La Trastienda anuncia las obras completas de Camilo José Cela. 187 euros por treinta y siete volúmenes parece un precio razonable. Para los pescadores de trucha guarda otro tesoro: ‘Moscas para la pesca’ –nada que ver con la novela de Gonzalo Calcedo, no se equivoquen–. Completo también se ofrece ‘el Cossío’ –veinte tomos por 150 euros– en el puesto de los vallisoletanos Páramo, que aseguran que lo que más han vendido han sido libros de filosofía. No en vano, ofrecen con buena parte del catálogo de la editorial Ámbito.
En Salambó encontramos más material para la nostalgia: cuentos de calleja y novelas por entregas. 5 euros piden por ‘La dama de Urtubi’, de Baroja; en Tornasol, la colección Joyas Literarias Juveniles de Bruguera –por ejemplo, ‘El corsario negro’, de Salgari, a 4 euros– arranca más de una sonrisa a los jóvenes lectores de antaño. En Al Toscal rescatan los Mini Libros de Planeta: Todo ‘El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hide’, en cinco centímetros de alto. Y a un precio también mini, 3 euros.
Abunda, cómo no, la bibliografía regional. Los salmantinos Mundus Libri han traído el original ‘Manifiesto del humorismo’ (12 euros) que Antonio Botín Polanco –autor ‘rescatado’ recientemente por Alberto Santamaría– publicara en la Revista de Occidente hace casi un siglo. Antuñano ofrece la biografía de Quique Setién que firmara Raúl Gómez Samperio (10 euros). Carmichael Alonso pide 4 euros por ‘Los años santanderinos de León Felipe’, de Aurelio García Cantalapiedra. Eso sí, si estaba buscando ‘Hampa’, de Pick, ya llega tarde. Salvador Carretero se lo llevó del puesto de Kattigara. El consuelo es que estará disponible en la biblioteca del MAS.
La picardía también tiene su espacio; los ‘Desnudos eróticos del pasado’, en tapa dura y tamaño folio, cuestan sólo 10 euros en Maestro Gonzalbo. Y Manuel del Pino ha rotulado una estantería como ‘Pornografía’; y en efecto, entre novelas eróticas, tratados de sexología y obras moralizantes, hay mucha ‘sicalipsis’, asegura el librero.
Claro que no sólo de libros vive la feria; si quieren llevarse, por ejemplo, una lámina con el popular grabado que dibujara en el siglo XVI Joris Hoefnagel para su ‘Civitatis orbis terrarum’, la pueden adquirir en el puesto de la librería madrileña Jiménez Bravo, por 6 euros. Si el presupuesto es algo más holgado, El Asilo del Libro ofrece carteles montados sobre cartón pluma. Uno de los más llamativos es el de ‘Otan no’, del PCE, que reutiliza parte de los fusilamientos de Goya. Cuesta 60 euros.
Y si lo que uno busca es un poco de conversación interesante, también puede salir satisfecho de la feria. Gerarda Porrúa, de la bilbaína De Lance, nos desvela sobre los cromos de los siglos XIX y XX que «todavía hay quien hace sus propios álbunes, sobre todo mujeres. Unos buscan santos, otros flores, muñecas…». Pero la puntilla la pone Marcos Cachuán: «Las mariquitas antiguas las compran las abuelas, porque los chicos jóvenes de hoy están por ahí buscando pokémons».