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Javier Menéndez Llamazares

Llamazares en su tinta

Los noventa de Carlos Bribián

Soplando velas, nada menos que noventa, se ha pasado esta noche Carlos Bribián, el vecino más singular que nunca haya tenido; y es que en los años noventa, justo cuando yo me instalaba en mi apartamento de estudiante, en los primeros números de la Aachener Strasse, en la ciudad alemana de Colonia, el prestigioso cronista se jubilaba y abandonaba su casa, al final de la misma calle, tan sólo unos mil trescientos números más allá.

¿Qué no le conocen? Si le presentara como un periodista retirado, les estaría engañando, porque lo cierto es que los periodistas, los de verdad, no se retiran nunca. Y es que, en las dos décadas que Bribián lleva viviendo en Ontoria –cerca de Cabezón de la Sal–, no se ha alejado de la actualidad ni lo más mínimo.

Tras una carrera de futbolista profesional y entrenador, dedicó a la información más de tres décadas, en las que trabajó para el ABC o el diario Pueblo, mayormente desde la corresponsalía en ese país que ya no existe, la República Federal Alemana. Publicó cuatro novelas, cubrió varios juegos olímpicos, escribió en periódicos de medio mundo y hasta tiene un cajón de la mesita lleno de condecoraciones y medallas.

Lector voraz e infatigable, observar a Carlos Bribián ocuparse de la prensa es todo un magisterio, porque el viejo periodista no ‘lee’ los periódicos: los desmenuza, los analiza, los critica y luego devora lo que encuentra de provechoso y deplora todo lo censurable. Y hasta los corrige, imagino que por deformación profesional, porque para quien cada errata es como una ofensa personal, resulta inevitable sacar el lápiz rojo y liarse a enmendarlas.

Y luego lo anota todo, como marcan las reglas de la vieja escuela, en unas libretas que a saber cuántos secretos del oficio guardan. Más tarde, en el momento oportuno, cuando coincide con el redactor, no se cortará un pelo en sacarse de la manga un recorte y cantarle las cuarenta a quien haya deslizado un disparate gramatical o una tontería solemne. O en felicitarle con la mayor efusividad, porque una de las mayores y más escasas virtudes es la de saber reconocer el talento ajeno.

Claro que a Bribián hay que conocerlo, y para eso no hay mejor camino que a través de la palabra. Hay que leer sus novelas, y no estaría de más que alguien rescatara sus crónicas alemanas, o las magníficas semblanzas de grandes deportistas que publicó los sesenta y hoy son piezas de colección en las subastas de internet. Pero también conversar con él, o simplemente escucharle, es un auténtico deleite; por escrito o de viva voz, con su estilo a un tiempo elegante y juguetón es capaz de meterse a cualquier audiencia en el bolsillo. Y además, ¿no sabía más el diablo por viejo que por periodista?

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Blog del escritor Javier Menéndez Llamazares en El Diario Montañés

Sobre el autor

Desde 2009 escribo en El Diario Montañés sobre literatura, música, cultura digital, el Racing y lo que me dejen... Además, he publicado novelas, libros de cuentos y artículos y un poemario, aparte de cientos de páginas en prensa y revistas. También me ocupé de Flic!, la Feria del Libro Independiente en Cantabria. www.jmll.es

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