«En vez de en el quinto pino, ya podían poner aquí la famosa turborotonda», me decía Marián en pleno atasco de Valdecilla Sur, donde parece que cada centímetro haya que conquistarlo con uñas y dientes. Y es que mucha smartcity, pero en eso de los avances da la impresión de que, o siempre llegan tarde, o en el fondo no es oro todo lo que reluce.
Cierto que los teléfonos móviles, que más bien son ordenadores de bolsillo, nos han cambiado la vida hasta límites insospechados; por ejemplo, ahora ya no hace falta una baraja para entretenerse haciendo solitarios, porque para eso ya está el Candy crush. Y la novia te puede plantar por whatsapp, sin necesidad de que te vea el careto pasando el mal trago. Bien. Eso es progreso.
Pero luego resulta que vas a buscar aparcamiento y la ciudad está llenita de paneles electrónicos –chulísimos, sí– con el número de plazas libres, pero sigue sin haber ni un puñetero hueco; o te decides por fin a utilizar el famoso DNI electrónico, y además de revolver media internet para comprar el dichoso aparatito, si usas Linux o un mac, ya puedes ir llamando a tu primo el ingeniero para configurarlo, si no quieres sentirte como un hombre del siglo XIX, cuando no un auténtico cromañón. Y todo, ¿para qué? Para cuatro webs que siempre están caídas.
Si es que somos muy modernos, sí, pero sólo a la hora de pagar, que para eso sí que las nuevas tecnologías se aplican cosa mala… Como en los bancos, que ya no quieren dar calderilla por caja, y para menos de mil euros ya te puedes apañar con el cajero automático; todo un guiño a las personas mayores.
Curiosamente, donde más rápido llegan los avances es donde a los ciudadanos menos nos interesa; porque cuando te equivocas en cinco céntimos de tu declaración de la renta, Hacienda enseguida cruza datos y aparece con la guadaña, dispuesta a crujirte. Pero como se te ocurra pedir alguna ayuda de esas que prometen en las campañas electorales, entonces ya te puedes llevar hasta la partida de bautismo, porque en ese caso ya aparecen los problemas con la protección de datos y acabas presentando ocho veces la fotocopia del mismo DNI… ¡que encima era electrónico! Y lo más gracioso es que tu pequeño error lo detectan en cuestión de minutos, mientras que el fraude de las grandes fortunas y los evasores no se descubre hasta que al gobierno se le ocurre decretar una amnistía fiscal.
Tampoco dejan nunca de evolucionar los sistemas de vigilancia, como esos helicópteros que desde el cielo velan no por nuestra seguridad, sino porque no decrezca la recaudación por multas de tráfico. Claro que hablamos de un país donde la solución para los tramos de concentración de accidentes es instalar un radar… Bien escondidito, eso sí. Que esa tecnología nunca falla.