Demasiado sabemos ya que en política todo cuenta, en especial aquello que parece tan casual, tan inocente, que ni siquiera reparamos en ello, pero que no obstante nuestro cerebro termina por procesarlo, aunque sea de manera inconsciente. ¿Recuerdan esa vieja leyenda urbana de la publicidad subliminal de la cocacola? ¿O aquel escánalo del rótulo del PSOE sobre la moviola en aquel gol de Butragueño a Dinamarca?
En la noche de las celebraciones electorales, esa borrachera de euforia colectiva, por más incertidumbre que exista, en realidad no hay nada espontáneo, nada dejado al azar. Más bien, todo está milimétricamente planificado.
Así, mientras los líderes del ‘Junts pel sí’ sacaban pecho por los resultados favorables, apelando a la épica con sus soflamas independentistas –«Estamos escribiendo la historia del futuro estado de Cataluña», repetían con insistencia–, el decorado no podía resultar mejor elegido: tras ellos, un enorme rótulo indicaba el nombre del recinto donde se habían congregado para escenificar su danza de la victoria. El ‘Born Centre Cultural’, ubicado en el antiguo Mercado del Borne, les brinda un plano fabuloso para los noticieros de medio mundo. En ella, mientras los políticos hablan de escribir la historia, en segundo plano aparece en grandes capitales la palabra ‘BORN’. ¿Catalunya’s born? ¿El nacimiento de un nuevo estado?
En la política todo vale, hasta utilizar para beneficio propio las lenguas ajenas. Pero –cosas de la globalización– no deja de resultar curioso que, mientras los nacionalistas reivindican por un lado el uso exclusivo de su idioma materno, por otro no tengan reparos en recurrir al inglés –la ‘lengua franca’ internacional– para lanzar su mensaje, sea el ‘Catalonia is not Spain’ o incluso ‘The birth of a nation’.