Mal que nos pese, lo de empezar con buen pie no es precisamente una costumbre para el Real Racing Club. Más bien al contrario: lo nuestro, más bien, es ir dejándolo todo para el día de mañana, y luego a última hora apostar por la heroica, intentando remontadas que se antojan casi imposibles. Y, sin embargo, es lo que suele funcionarnos; de hecho, así nos hemos pasado más de una década en primera, y probablemente allí seguiríamos de no haber mediado la más nefanda gestión que pueda imaginarse.
Así que, a pesar del chasco, lo del domingo en Vigo no era del todo imprevisible; lo insólito hubiera sido empezar con goleada, con una victoria a domicilio o incluso jugando bien. Ese no es el estilo Racing, no. Pero es que tampoco habría club en el mundo capaz de recomponerse en seis semanas, después de una desbandada como la que ha sufrido la plantilla. Porque del equipo que empezaba a entonarse al finalizar la pasada campaña no queda más que el escudo, porque hasta las medias las han cambiado. Sigue al frente el mismo trío técnico, aunque ya con los papeles en regla y en el orden jerárquico apropiado, pero los mimbres han cambiado sustancialmente.
Ya no contamos con aquel equipo de segunda B diseñado por un ‘perro viejo’ de la categoría, cuya filosofía parecía sacada de uno de esos anuncios de ‘la seguridad ante todo’, y que se encontró con un Koné en estado de gracia que era capaz de hacer bueno cualquier sistema. Qué va; por lo visto frente al Celta B, y en realidad en toda la pretemporada, Munitis y Colsa piensan en otra cosa; lo suyo es una combinación de intensidad física e inteligencia táctica, basada en reacciones casi automáticas y en movimientos sincronizados casi al nivel de Gema Mengual y sus nadadoras. Las basculaciones en las bandas, la búsqueda de superioridad en parcelas concretas del campo y el empeño en sacar el balón jugado son señas de identidad de una propuesta valiente que, sin embargo, promete resultar de lo más controvertida, a poco que los resultados les den la espalda. Y es que, más que ‘jogo bonito’, el nuestro siempre ha sido un club de urgencias: el año que no urge salvarse, urge recuperar la categoría. Hay poco margen para florituras y, desde luego, casi ninguno para probaturas. Y si, además, delanteros como Coulibaly y Dioni demuestran tener la pólvora mojada, de poco sirve el gran esfuerzo colectivo, ese ‘aprieta’ que a Munitis tanto le gusta gritar a sus jugadores desde la banda.
Claro que los aficionados tenemos tendencia a ponernos nerviosos antes de tiempo, y después del precedente de hace dos años todo lo que no sea un paseo triunfal por la segunda B nos va a parecer la travesía del desierto. Así que dramatismos los justos; el Racing no consiguió la victoria en Barreiro –qué tiempos aquellos en que visitábamos Balaídos…– pero no olvidemos que el equipo aún está en plena construcción, que los hombres clave están en la enfermería y que, después del salvavidas que ha de llegar en forma de créditos y renegociaciones con el fisco, los expertos del club –que por fin contamos con ellos– tienen la caña lista para pescar lo mejor que quede en el mercado en las próximas semanas. Aparte de que, como siempre, todo esto se soluciona con una victoria clara este domingo frente al Astorga, y seguramente ya miraremos el futuro con un nuevo optimismo. Que de comernos las uñas ya tendremos tiempo de sobra.