Ni San Juan, ni los polares, ni nada: los días más largos del año son aquellos en los que no juega el Racing, esa quinta estación del año que empieza con el final de la liga o la fase de ascenso y no termina hasta que en los Campos se da el pitido inicial del primer partido oficial.
Entre tanto, el racinguista se camufla, disfrazado de feliz veraneante, de surfero intrépido o de rodríguez ocioso, según el gusto de cada cual, pero en realidad no engañan a nadie: lo que está esperando es que vuelva su Racing. Y para mitigar la ansiedad, es capaz de casi cualquier cosa; como, por ejemplo, tragarse todos los partidos de pretemporada, casi con tanta devoción como si ya hubiera empezado la liga.
Los partidos, por estas fechas, son más bien encuentros; los de los viejos camaradas de grada, que tras largas semanas desempolvan las camisetas verdiblancas, las bufandas de verano o las gorras con el escudo del club, y peregrinan a donde sea menester para cumplir con su devoción futbolística, sin importarles demasiado que sólo se trate de un partido más de pretemporada, sin mayor trascendencia que la de una fase de pruebas, con la corriente de las emociones desactivada. Así estaba, por ejemplo, este domingo en Tanos Toño Muñiz, feliz en su reincidencia, pues el sábado había viajado hasta Burgos para ver al Racing. Cuando le preguntamos que qué tal el partido, respondió que había comido unas morcillas exquisitas. Aún así, ahí estaba de nuevo, con las posaderas bien asentadas sobre la fría tribuna de Santa Ana, dispuesto a tragarse un partido que se prometía de todo menos entretenido. Así es el racinguismo, no tiene remedio…
Más prometedor, desde luego, es el partido de esta tarde; el rival más fuerte de este verano es también nuestro verdugo de los dos últimos descensos a segunda B, y la cercanía del inicio de la liga nos hace esperar que tanto por alineación como por actitud el choque frente a la Deportiva Ponferradina sea ya más bien un ensayo general, que nos permita atisbar cómo es el Racing de Munitis y Colsa, o más bien cómo será cuando por fin se complete la plantilla, porque lo cierto es que el equipo de este año es, de momento, una auténtica incógnita. Para empezar, de la plantilla los aficionados apenas conocemos media docena de nombres, y la mayoría están en la enfermería o pidiendo pista en la rampa de salida para volver a la liga profesional. En Tanos pudimos atisbar lo que ofrece la cantera, pero visto el rendimiento ante los hombres del incombustible Nando, parece aún queda mucho trabajo por hacer en La Albericia. Pensar en un Racing de canteranos es, hoy por hoy, una utopía. Hay jugadores interesantes, pero queda mucho trabajo por hacer, y estamos en una época de urgencias que obliga, una vez más, a pensar en los resultados a corto plazo, sin dejar planificar un futuro que tendrá que ser necesariamente mejor.
También será interesante comprobar qué planteamiento elige Munitis; frente al Tropezón se intentó construir desde atrás, pero los errores individuales dinamitaron todo el esfuerzo colectivo, y hubo que esperar al bajón físico de la segunda parte para que aflorase, entonces sí, el talento de los canteranos verdiblancos, que con Paulino y Laro en el campo se mostraron muy superiores. Pero faltan la intensidad y las transiciones rápidas que ya vimos en el final de la pasada temporada y con las que a punto estuvieron de lograr mantener la categoría.
Y nos falta, finalmente, para reconocer a nuestro Racing, que vuelvan los colores de siempre. Blanco y negro, sí… pero también el verde. Esperemos que las medias blancas sólo hayan sido un descuido de Hummel.