«En vez de racinguistas somos sufringuistas», comentó ayer José Carlos Fernández en el chat de la Peña Cossío. Y la verdad es que el peñista acertó de pleno, porque ya me dirán que es la historia racinguista –pasado, presente y futuro–, sino un paño de lágrimas… Sufrimos ayer y sufrimos hoy, pero eso no es nada comparado con lo que nos queda por padecer el día de mañana; como poco, sufriremos de lo lindo el domingo ante la Ponferradina, que aunque queramos olvidarlo fue el equipo que nos selló el pasaporte a segunda B hace dos temporadas. Y sufriremos como perros en Albacete, porque parece que está en el ADN del Racing lo de mantener la tensión hasta el último instante, casi al borde ya del infarto.
Aunque claro, puestos a sufrir, que sea como el pasado domingo, que eso sí es ‘final feliz’ y no esas frivolidades que anuncian por ahí. Y es que, visto que no estaba el presupuesto como para viajar a Soria –y los precedentes tampoco animaban mucho, ya que el que suscribe cuenta este año sus desplazamientos por derrotas–, tocó ‘disfrutar del encuentro a la antigua usanza, es decir, pegado al transistor. O a lo que sea que lleven hoy día las radios, que más bien deben de ser bit o bytes.
El caso es que el partido lo vimos a través de la narración de Pedro López, y tuvo más emoción si cabe que el resto de la jornada electoral, que ya es decir. Y tenía todos los elementos para la épica racinguista: un viejo conocido como rival, espíritu de contragolpe y la necesidad imperiosa de victoria, porque estábamos como siempre con el agua al cuello. Nos guste o no, ése es nuestro sino, el de vencer sólo en las situaciones límites, reaccionar en el último momento, tras un sinvivir entre el ser y el no ser… Esos son los partidos del Racing, un equipo que cuando lo tiene todo a favor, la pifia, y cuando ya está todo casi perdido, resurge de sus cenizas. ¿Sufrimiento? Qué va: se dice ‘racinguismo’.
Al final, es una escuela vital: poco se aprende si se gana siempre. Los nuestros no levantarán copas, pero no hay nada comparable a la emoción de salvarse.
Lo que sí debería tener en cuenta el club es la entrega de los aficionados esta temporada, porque Machado y Jaime Urrutia escribirían y cantarían lo que quisieran, pero viajar a Soria no era precisamente un plan irresistible para un domingo de elecciones. Y aún así, con el equipo sobre el alambre, en medio de una crisis y después de vaciar los bolsillos de la hinchada con la ampliación de capital, todavía medio millar de incondicionales se plantaron en Los Pajaritos haciendo caso omiso de las dos derrotas consecutivas de los verdiblancos. Desde luego, si de algo puede presumir el Racing es de una afición de primera; si cualquier tarde en los Campos de Sport es un auténtico espectáculo, en cada partido como visitante dan el do de pecho, asombrando a propios y extraños. No estaría de más que, cuando termine la temporada y por fin podamos sacudirnos toda la tensión acumulada, el club agradeciera al racinguismo un apoyo que va mucho más allá de lo que se espera de los aficionados. Fórmulas habrá muchas, desde los homenajes a los partidos de presentación, pero lo verdaderamente importante sería tener cualquier detalle, un simple guiño que demuestre que la política del club, al fin, ha cambiado, y que lo primero vuelven a ser los socios.