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Javier Menéndez Llamazares

Llamazares en su tinta

Cuando todo sale bien

No sabemos qué sería, cómo dio finalmente Munitis con la tecla, pero por fin el Racing dejó de sonar desafinado y, más que dar la serenata, entonó un allegro vivace que le hizo firmar uno de los mejores partidos de la temporada, al menos en cuanto a entrega y actitud.

El caso es que, ya desde los prolegómenos, se intuía que aquella era una tarde perfecta para el racinguismo. Y es que ver media entrada en Los Campos de Sport es ya un triunfo, casi medio gol. Que además los chiquillos vuelvan a querer sacarse fotos con el equipo, más que buen augurio, es síntoma de que renace la expectación y el cariño por el club. Y si desde el primer pitido los verdiblancos se abalanzan sobre el adversario, lo enciman y lo arrinconan como si les fuera la vida en ello, entonces sólo puede llegar el delirio.

Así fue cada ataque, cada recorte, cada robo de balón de los nuestros, que era jaleado por la grada, ávida de victoria. Nada más ver avanzar a Álvaro e Iñaki por la banda izquierda, y sentir la celebración atronadora del primer córner ganado, se hizo evidente que ese Racing era otro Racing, y que el partido tenía ya dueño. Más que nervios, se mascaba el ansia de una afición entregada a sus jugadores, presa de una fe ciega e inquebrantable en que su equipo es indestructible.

No fue, claro, un partido para estilistas; había, sí, una superioridad incontestable de los verdiblancos, que no se parecían en nada al equipo que tan tristemente pasó por Alcorcón el pasado fin de semana. Nada de eso. El Racing se sacudió todos los complejos y logró invertir los papeles, hasta hacer que el Tenerife pareciera a su lado un equipo triste y sin alma.

Y es que cuando salen bien las cosas, se diría que producen un efecto contagioso; cuando por fin Munitis se convenció de que poco importan las apariencias, y aunque den peor en la foto, su pareja de centrales tiene que ser Orfila y Juanpe, se acabó el hacer aguas en el centro de la defensa. La seguridad da alas, y durante toda la segunda parte, ya con el marcador a favor, fue espectacular ver la entrega de todos los jugadores, luchando cada balón como si fuera el último. Luego las cosas podrán salir mejor o peor, pero cuando un equipo lucha de ese modo no queda otra que rendirse a ellos, como hizo la afición con sus héroes, que esta vez sí pudieron ofrecerles algo que celebrar.

¿Qué más cambió, qué obró el milagro? Seguramente los técnicos podrán sacar la pizarra y explicarlo con detalle, pero lo cierto es que cuando se combina la dupla de Fede y Borja con David Concha, el Racing tiene otro espíritu. El domingo, incluso se diría que se había imbuido del espíritu de su entrenador. Como si hubiera once Munitis sobre el campo, los nuestros por fin consiguieron sumarse a esa fiesta del racinguismo que ya sólo necesita la salvación para cerrar un ciclo y abrirse a la esperanza.

El derroche y el acierto fueron de todos, pero no está de más ser justos y dar

al César lo que es del César: Andreu, esta vez sí, salió ovacionado. Habría que realizar un enorme ejercicio memorístico para recordar si esto había sucedido ya antes, lo de que desde la Gradona se corease su nombre, pero al fin llegó ese gran partido que el asturiano necesitaba para borrar esa fama de eterno pasador hacia atrás que le acompaña desde el último descenso. Ojalá se haga costumbre.

 

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Blog del escritor Javier Menéndez Llamazares en El Diario Montañés

Sobre el autor

Desde 2009 escribo en El Diario Montañés sobre literatura, música, cultura digital, el Racing y lo que me dejen... Además, he publicado novelas, libros de cuentos y artículos y un poemario, aparte de cientos de páginas en prensa y revistas. También me ocupé de Flic!, la Feria del Libro Independiente en Cantabria. www.jmll.es

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