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Javier Menéndez Llamazares

Llamazares en su tinta

Sanidad

 

Al final va a resultar que es verdad eso de que ponemos más empeño en quejarnos que en cualquier otra cosa, pero lo cierto es que, a pesar de todas las trabas que debe superar constantemente, los españoles disfrutamos de una sanidad por la que deberíamos sentirnos agradecidos.

Porque, las cosas como son, cada vez que por cortesía de la política de miseria que padecemos nos toca esperar tres o cuatro horas, o cuando nuestro padre se pasa un día en el pasillo por falta de habitaciones, todos echamos pestes del sistema, pero cuando la situación se pone realmente seria, ¿qué sería de nosotros sin nuestra sanidad pública? O, más exactamente, sin los profesionales que trabajan en ella, que no es exactamente lo mismo.

Hoy, por ejemplo, el doctor José Carlos Fernández, un cántabro que lleva casi dos décadas obrando milagros en forma de trasplantes en el Hospital de Oviedo, y otros quince compañeros de su equipo llevan todo el día renqueando de sueño, porque las donaciones llegan cuando llegan, y les tocó levantarse a las cuatro de la mañana para recibir un hígado que llegaba en avión desde Canarias. Personas que, cuando se quitan la bata de cirujanos, anestesistas, enfermeras, auxiliares o celadores, tienen una vida privada que disfrutar y, sin embargo, están dispuestas a cualquier esfuerzo, incluso cuando es más que probable que la administración nunca se lo reconozca ni agradezca.

Es más, casi se diría que el plan general fuera sabotear el sistema hasta lograr su colapso, y así dejar el campo libre a la iniciativa privada, en un ámbito en el que privatizar de golpe resultaría tremendamente impopular. Y es que, en apenas un siglo, los españoles podríamos pasar de la caridad a la asistencia universal, y vuelta a los tiempos de Dickens, donde impere la ley del más fuerte y del que tenga la cartera más grande. El pastel de los seguros y los hospitales privados debe ser grande y apetitoso, pero por mucho que deseen repartírselo, es intolerable el estrangulamiento al que someten tanto a los empleados como a los usuarios del sistema sanitario.

Es obvio que todo el entramado sanitario se sustenta gracias al presupuesto, pero no es menos cierto que, en un sector cada vez más castigado por la avidez de los políticos, que recortan sin piedad como si todos pudiéramos acceder a los mismos seguros privados de los que ellos disfrutan, de no ser por el valiosísimo capital humano de que dispone la sanidad española, las cosas no es que no funcionarían tan razonable bien como lo hacen, sino que incluso estarían completamente colapsadas.

Más allá de las estrecheces, nuestro bienestar se fundamenta en la enorme generosidad de muchas personas, a las que nadie les da la gracias nunca. Unos criticamos y otros les asedian, con intenciones de lo más sospechosas. Sin embargo, al final, estamos en sus manos. Y, por suerte, son las mejores manos.

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Blog del escritor Javier Menéndez Llamazares en El Diario Montañés

Sobre el autor

Desde 2009 escribo en El Diario Montañés sobre literatura, música, cultura digital, el Racing y lo que me dejen... Además, he publicado novelas, libros de cuentos y artículos y un poemario, aparte de cientos de páginas en prensa y revistas. También me ocupé de Flic!, la Feria del Libro Independiente en Cantabria. www.jmll.es

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