Afirmar que últimamente internet se ha llenado de pezones, más que escandaloso, podría resultar inexacto; basta con echar un vistazo a las estadísticas de visitas para saber que, muy por encima de las fotos de gatitos, el mayor tráfico de bits lo protagonizan archivos a los que hace medio siglo les habrían puesto varios rombos.
Sin embargo, lejos de las imágenes subidas de tono que tanto abundan, la fiebre de esta semana es publicar fotos de pechos femeninos, preferentemente propios. En concreto, de pezones, como parte de la campaña mundial ‘freethenipple’.
Aunque todo arranca con un movimiento social estadounidense, y un posterior documental que apoya la causa, la amplificación vía twitter les ha llegado cuando una diputada islandesa ha decidido unirse a la iniciativa con una instantánea de su pezón izquierdo que, según ella misma asegura, se ha hecho ya más famoso que su cara. Todo un éxito instantáneo, que ha provocado un aluvión de nuevas fotos de mujeres mostrando con orgullo esa parte de su anatomía, en una divertida mezcla de reivindicación y descaro.
Claro que no se trata de un paso más en la moda del ‘selfie’, sino que la idea consiste –al menos, en su origen– en llevar a primer plano una situación que consideran discriminatoria: que las mujeres no puedan mostrar sus pechos en público con absoluta libertad, igual que lo hacen los varones. En la web del movimiento incluso tarifican la pena: dos mil quinientos dólares cuesta la broma en Louisiana, y eso si la cosa no se pone seria, porque puede significar hasta tres años de cárcel.
Lo cierto es que tomar postura en este debate puede resultar de lo más delicado: declararse enemigo o defensor de los pechos femeninos, más allá del tono jocoso, es entrar en un terreno minado, en especial para un observador masculino. Resulta difícil entender que a alguien pueda ofenderle su visión, pero si uno admitiera que disfruta con su contemplación estaría caminando peligrosamente sobre el alambre del sexismo. Conseguir la igualdad entre hombres y mujeres en este aspecto va a resultar muy complicado; al menos, mientras los varones sigamos considerando excitantes las glándulas mamarias de nuestras compañeras de especie.
En cualquier caso, esté uno de acuerdo o no con el fondo del asunto, lo cierto es que las formas no podían resultar más idóneas, al menos para llamar la atención. ¿Qué mejor forma de acabar con la indiferencia general que recurrir al reclamo sexual? Desde el 68 para acá, no han sido pocas las ocasiones en las que se ha utilizado. Y siempre con éxito. De hecho, hace una década, una revista de curiosidades científicas publicó una portada, sin conexión con el contenido, en cuya portada sólo aparecía la palabra ‘Sexo’, en blanco sobre negro. Quintuplicaron las ventas. Y sin enseñar ni un pezón.