Madre!
Mother! 2017 120 min. Estados Unidos
Director y guion: Darren Aronofsky. Música: Jóhann Jóhannsson.
Fotografía: Matthew Libatique. Reparto: Jennifer Lawrence, Javier Bardem, Ed Harris, Michelle Pfeiffer, Domhnall Gleeson, Brian Gleeson, Kristen Wiig, Cristina Rosato.
Género: Drama.Salas: Cinesa y Peñacastillo.
Arrebato visceral, arriesgado, agobiante, desconcertante y, a veces, molesto gesto telúrico, ‘Madre!’ se aborrece o se asume. No hay término medio ni tregua. Lo cierto es que en tiempos de un cine melifluo, convencional, sobrecargado de falsos híbridos, se agradece esta alegoría que invita desde lo impulsivo, apasionado, también confuso y caprichoso, a una claustrofóbica metáfora de las obsesiones, la locura y los infiernos interiores. Aronofsky, un cineasta que nunca deja indiferente, desde su soprendente ‘Pi’ a la excelente ‘Cisne negro’ pasando por discutibles entregas como ‘La fuente de la vida’ y ‘Noé’, vuelve a demostrar su fidelidad a un estilo definido, radicalmente personal, extraño y compulsivo. De la serenidad a la convulsión, del thriller psicológico al terror, de la metáfora desgarradora a la extrañeza. La creación, la gestación de una obra (en este caso literaria), el simbolismo de las criaturas que habitan en la mente del creador, la inspiración como alma mater, la ilustración dantesca, lo viscoso, la plaga bíblica…todo cabe en el universo de una película fría e intensa, distante y pegadiza, volcánica y extendida como un magma creciente del que no puedes desprenderte. Cuando hay serenidad parece la versión densa y grasienta de ‘Sospecha’. Por contra cuando Aronofsky se retuerce, ‘Madre’ se acerca a ‘La semilla del diablo’ y a muchas de las variante del horror pero evitando el gore. Filme abierto a interpretaciones, visualmente atractivo fuera de ese juego de adivinanzas, la cinta discurre sinuosa entre una pareja, marido y mujer, sin nombres, que convive en una casa que en sí misma es un personaje. Como en ‘La caída de la Casa Usher’ de Poe, la decadencia, el mal, lo inquietante, la sombra de pérdida y destrucción, la amenaza invisible recorre las entrañas de esta historia que, como en casi toda su filmografía, está sembrada por ese abrazo primigenio entre la tierra y lo femenino. Pero lo trascendente no reside en sus posibles significados sino en esa tormenta interior, en esa inclinación a zarandear a los personajes (excelentes Bardem y Michelle Pfeiffer) y, con ellos, a los espectadores para firmar una inmersión emocional. No muy lejos de Lars Von Trier, sus vaivenes –en otros pura pirotecnia– son saltos al vacío con mucha clase y mucho vértigo. Del drama teatral angustioso de casa con pareja dentro, se pasa a construir una traslación desafiante sobre lo humano y lo divino. Virtuosismo, grandilocuencia e hipérboles , sí, pero también una perturbadora mirada sobre el delirio y el horror. Secretos de un matrimonio, repulsión y apocalipsis en una enrabietada creación con aire de desahogo. Su insólita puesta en escena concede ese margen para el asombro, cada vez más estrecho en las pantallas.