Cantábrico: los dominios del oso pardo
España. 2017. (TP). Documental.
Director, fotografía y guion: Joaquín Gutiérrez Acha.
Música: Pablo Martín Caminero.
Género: Documental. Cinesa y Peñacastillo.
Un sapo se pone farruco, hincha su cuerpo y planta cara a una culebra. Hay plantas carnívoras, sí, también. Y vemos desovar, cazar y morir. Asoman estrategias de acoso y derribo, rituales de amor y sexo y combates por el espacio mucho más sutiles que los debates parlamentarios. ‘Cantábrico’ es genérico para todo. Es la naturaleza y el documental en estado puro. No hay trampantojo a la vista pero tampoco la engorda. El efectismo lo pone la grandeza de la vida animal en su mayoría. Y el paso de las estaciones es el recurso que vertebra la narración con la voz en off. Es, por supuesto, un filme atractivo pero conservador. No hay riesgos. El hombre es una anécdota y aparece en apenas unos fotogramas como un intruso accidental (junto a las abejas o en alguna tarea en el campo). Los mayores protagonistas son los lobos y los osos que marcan territorios y revelan sus sentidos para proteger a los suyos. El director y naturalista Joaquín Gutiérrez Acha, como en ‘Guadalquivir’ (antes ya se adentró en el lince ibérico y en la lucha contra el fuego) traza un hermoso álbum que no necesita más preciosismo y esteticismo que el que desprenden las imágenes de los animales en exposición ni más caducidad que la curiosidad de cada uno. En este sentido, la potencia visual, la elocuencia de lo salvaje y la intensidad de lo invisible, la miniatura de la larva y los insectos o el instinto de supervivencia dejan muchas notas imprescindibles a pie de fotograma. Es más un documental escaparate, que funciona por acumulación, incluso algo reiterativo, que una creación informativa o narrativa. Por ejemplo su arranque con el guiño al Paleolítico, la prehistoria y las raíces se antoja un tanto caprichoso para luego pasar con brusquedad al reino animal a través de una voz en off a veces cansina y retórica, muchas veces irónica pero prescindible. El deja vu está más bien en lo que se busca remarcar que en las imágenes. Y la fuerza de la naturaleza se impone a los subrayados de la voz. Dado que hay más exhibición que didactismo no sería una prueba superflua visionar ‘Cantábrico’ sin más sonido que el que brota del entorno, del ecosistema y de la propia especie retratada. En los momentos en que se opta por esta mirada más pura el documental gana en revelaciones. Entre imágenes con cámara de lata velocidad, time-lapse y drones se equilibra y enmudece todo cuando la cámara se detiene, por ejemplo, en los mirlos que cruzan una cascada o captura ese thriller salvaje con suspense de la manada de lobos acechando a un ciervo. La fauna y sus códigos se alían con la exquisita fotografía para plasmar los mejores momentos de este mosaico hermoso, siempre interesante, para devolver nuestra mirada contaminada a terrenos minimalistas o panorámicas donde uno puede recrearse tanto en la grandeza de lo pequeño como en el sutil detalle de una escena expansiva y aparentemente inabarcable. ¿Hay aportación especial a un género que remite sin duda a ‘El hombre y la tierra’ o a los documentales de La 2? La respuesta reside en el protagonismo de la belleza que aplaca cualquier debate. El filme es una ventana abierta y mirar a través de ella es el mayor triunfo.