Gold, la gran estafa
EE UU. 2016. 121 m. (12). Drama.
Director: Stephen Gaghan.
Intérpretes: Matthew McConaughey, Edgar Ramirez, Bryce Dallas Howard, Corey Stoll, Toby Kebbell y Rachael Taylor.ll .ak.
Salas: Cinesa y Peñacastillo
Es la historia de un empresario fracasado reconvertido en visionario explorador. Algo así como el tío Gilito oliendo el dólar a miles de kilómetros. O también el perfil de un Aguirre con barriga, bebedor compulsivo y amigo de discursos fatuos en busca de su particular dorado minero. Oro que te quiero oro es el único verso que se escucha en esta especie de biopic de charlatán que tiene a la ambición por vocación. Lo de la gran estafa tiene su miga porque este caso de dinero y barro, acontecido en los ochenta, podría ser un exponente de ese pasaje del terror económico que precedió a la crisis desatada a partir de 2007. Entre la fiebre y la fe, y como no es oro todo lo que reluce –y menos en los mercados–, ‘Gold’ es una inmersión en ese juego invisible de oportunistas, buceadores sin bombona de oxígeno, inversores salvajes y grandes corporaciones. El cineasta de ‘Syriana’, Stephen Gaghan, parece más interesado en el retrato de un desaforado, algo cargante y desquiciado personaje que en diseccionar el sueño americano. El resultado es un filme irregular, pero que no baja la guardia, siempre interesante, con aristas reveladoras que se clavan en la médula de una sociedad enquistada en su capacidad para ganar o perder dinero. En realidad los entresijos de un mecanismo no escrito, basado en el ruido y la furia y casi siempre en la ciega electricidad que produce el deslumbramiento de amasar fortuna, no se apartan aquí mucho de los renglones trazados en el último lustro por el personaje encarnado magistralmente por DiCaprio a las órdenes de Scorsese, o el biopic del fundador de MacDonalds (estreno paralelo con un inmenso Michael Keaton) o el de los personajes de ‘La gran estafa americana’. En ‘Gold’, su cineasta se apoya en el enésimo trabajo de mutación física, mental y moral del actor Matthew McConaughey que nunca suelta a su presa y da todo un recital de desmesura y gesticulación desbordante tan necesaria en su virtuosismo para describirnos a un personaje que da grima, como falto de control en su continuo desparrame por la pantalla. No hay aportaciones singulares y personales a este fraude global, en el fondo otro atraco a gran escala que produce el sistema con descaro, pero en el que apenas se profundiza. Sin conexión humana el filme no escarba en el yacimiento que se le presupone a la historia y al final resulta tan resbaladiza y agresivamente superficial como el rímel del capitalismo. Patetismo y fascinación se combinan con extraña naturalidad, aunque la anécdota y la cara A, nunca la B, es lo que predomina en este retrato de sueño y pesadilla, de timadores encadena, fuegos artificiales inflacionistas y bolsas con el efecto viagra de la euforia de las ganancias. El actor acapara y apabulla hasta que dejamos de ver al hombre. El director, guionista de ‘Traffic’ de Soderbergh, construye una trama de thriller economicista, entre el robo y el pisotón, que apunta sin disparar del todo a ese engranaje solapado de un sistema perverso e implacable, parásito y rotundamente falaz.