Los exámenes
Bacalaureataka. 2016 128 min. Rumanía.
Director: Cristian Mungiu. Fotografía: Tudor Vladimir Panduru.
Reparto: Adrian Titieni, Vlad Ivanov, Maria-Victoria Dragus, Ioachim Ciobanu, Gheorghe Ifrim, Emanuel Parvu, Valeriu Andriuta, Claudia Susanu Morariu.
Género: Drama Sala: Bonifaz. Filmoteca. Esta semana.
En su aparente austeridad y realismo subyacen fuerzas ocultas, necesidades, miedos, dobles y triples vidas. ‘Los exámenes’ es una película valiente porque carece de imposturas, de pérdidas de tiempo en el sentido de banalidades ornamentales, y además porque no se permite ni un solo disfraz. Un padre, una hija, un suceso de esos que marca un devenir, un objetivo y un destino marcado en una dirección bastan para narrar una serie de estados de ánimo, un sucesivo juego de colisiones entre engaños y temores. El verdadero examen es el de la vida cotidiana, protegida, enmascarada. Tras el retrato puntual se revela toda una radiografía moral de una sociedad, la rumana, aunque la película de Cristian Mungiu destila una mirada plural, reconocible, sin geografías localistas. Como un Haneke domesticado, exento de subrayados de estilo, el cineasta de ‘4 meses, 3 semanas y 2 días’ traza un retrato sombrío, carente de prótesis, sutil, donde lo psicológico y lo moral imponen un ritmo y un paisaje intenso, a veces doloroso, otras turbio, angustioso entre dilemas y actos corruptos, siempre frío pero contundente. El filme en un par de anécdotas y de diálogos entre actos cotidianos muestra su estela accidental. Apenas una ventana rota de manera inesperada se convierte en un agujero negro que violenta la normalidad y marca la frontera entre lo público y lo íntimo. La conversación inicial, fundacional y absolutamente ‘normal’ entre el padre y la hija, en un coche camino de una escuela, transmite sin embargo sensaciones de extrañeza y provoca la impresión de estar asistiendo a la amenaza de un familiar laberinto de detalles y relaciones. Su cine parece fácil, no es agresivo ni infunde el sentimiento de implicación y complicidad. Por contra discurre preciso, implacable, medido, como si fuese un magma que se enreda. Sin juzgar, la disección del cineasta rumano desnuda con equilibrio lo exterior y lo interior, la moral social y la individual, la herencia del pasado y el mal instalado en el presente. La historia, construida en una serie de sucesos enlazadas y encadenados, desvela la corrupción, el amiguismo pero también las cadenas generacionales, la paternidad mal entendida y las frustraciones. El plano secuencia, su despojamiento, el retrato humano, las tensiones entre decadencia y dignidad envuelven esta crónica de una mentira que contiene muchas otras y que edifica el difícil oficio de vivir, casi siempre entre el suspenso y el cum laude.