Passengers
EE UU. 2016. 116 m. (7). Ciencia Ficción.
Director: Morten Tyldum.
Intérpretes: Jennifer Lawrence, Chris Pratt, Michael Sheen, Inder Kumar.
Salas: Cinesa y Peñacastillo
La premisa de que la felicidad es accidental fundamenta esta odisea intergaláctica con pareja dentro. ‘Passengers’ es un rasguño emocional sobre ese inmenso e insondable agujero negro que es la condición humana. En su ficción se habla mucho del espacio exterior, de la distancia entre galaxias y de dimensiones infinitas pero, en realidad, sólo cuenta el espacio íntimo, el de la privacidad y el del otro, el que se crea sentimentalmente con querencias, deseos y sueños compartidos. El filme empieza apocalíptico como una incursión en la angustia vital y la soledad, una especie de mezcla entre ‘Soy leyenda’ y la reciente ‘Marte’. Después discurre como un ‘Titanic’ interestelar donde dos náufragos adoptan al amor como salvavidas. Y, finalmente, se reconvierte en crucero mainstream de balseros que dudan sobre el concepto de paraíso. Dos intérpretes con química dan brazadas ingrávidas para lograr que ‘Passengers’ logre superar la travesía con dignidad. Pero la falta de ambición y de talento de Morten Tyldum impide que ahora estemos hablando de una obra maestra y nos limitemos a certificar la crónica de una aventura frágil, que incurre en convencionalismos cuando colisiona con los meteoritos de la banalidad y que desaprovecha la fuerza motriz de una de las historias de amor más hermosas que se han visto en pantalla en los últimos tiempos. Sin embargo, es muy débil el latido de renuncias y sacrificios, de libre albedrío y azar que destila el encuentro entre dos criaturas en el vacío de un viaje interminable, programado a través de la hibernación de sus pasajeros. La imposible historia de amor accidental está cruzada por la complicidad con algunos títulos clásicos de la ciencia ficción, desde Kubrick hasta la aún caliente ‘Gravity’. El cineasta de ‘The Imitation Game (Descifrando Enigma)’ busca el equilibrio entre una elegante puesta en escena en la que se intuyen algunos pliegues poéticos, tanto en los momentos de soledad del protagonista como en los abrazos entre la supervivencia y el amor como redención aunque, poco a poco, todo se deja mecer por la atmósfera de lo previsible y predecible. La nave Avalon como un Nostromo gigantesco no puede competir con la magnitud de un amor que asoma como el mayor campo de fuerza gravitatorio de la galaxia. Pero el director de ‘Headhunters’ otorga muchas concesiones, se muestra conservador y deja la navegacion a merced de los lugares comunes de tal modo que el filme pasa de ser humano a androide con demasiada autocomplacencia. Tradicional y eficaz, exprime los juegos del hambre galáctico de Jennifer Lawrence y Chris Pratt para generar una burbuja de comedia romántica donde el director noruego marca los asideros donde atracar su apuesta comercial. Por debajo, ya sin oxígeno, discurre esa herida ética, emocional y enigmática de dos seres que miden y se interrogan sobre la dimensión última de la necesidad de amar. Pero esa película perdida se desintegra en el olvido