Inferno
EE UU. 2016. 121 m. (16). Thriller.
Director: Ron Howard.
Intérpretes: Tom Hanks, Felicity Jones, Ben Foster, Irrfan Khan.
Salas: Cinesa y Peñacastillo
Delirante hoja de ruta hacia ninguna parte, alguien decidió que al batiburrillo superventas de Dan Brown merecía seguir sacándole todo su jugo cinematográfico. Críptica por confusa, desatino y despropósito, ‘Inferno’, tercer descenso a los infiernos del desconcierto de Ron Howard, es una postal de simbologías superpuestas tan absurda y propensa al disparate como alargada y alejada del mero concepto del entretenimiento. Sus personajes, encabezados por ese profesor Robert Langdon, un sabio despistado al que han sacado de la biblioteca con fórceps, se asemeja a una reunión de turistas abandonados por el guía y el autobús que deberían haberles llevado de ruta por los enigmas del patrimonio mundial. Tom Hanks, en el probablemente único error de su inteligente carrera como actor, se mete en la piel de ese cuerpo sin vida que es el profesor de acertijos, con cara de despistado, aquí acentuada por una pérdida de memoria con la que arranca la película. Pero la amnesia es la del espectador que pronto olvida el interés por seguir las miguitas de este thriller afectado, sin ideas, con diálogos irrisorios y pretenciosos, que trata de cubrir su nadería con un barniz de enigmas cultistas muchas veces ridículo. El retablo itinerante con Dante de ilustrador accidental al fondo suena a vulgaridad y aburrimiento disfrazado de trascendencia. El juego de rol, de Florencia a Venecia y de la ciudad de los canales a Estambul y tiro porque me toca es una peregrinación absurda, falta de garra y que parece la versión cutre de cualquiera de las piezas magistrales de Hitchcock cuando jugaba con misteriosos trucos con el espectador, hipnotizado por una enésima vuelta de tuerca encajada a la perfección. Con espíritu de telefilme y dirección de encargo, el cineasta de ‘Apolo 13’ se toma al pie de la letra lo de dantesco y firma un delirante mosaico en el que el detective de lo paranormal y su espontánea acompañante no pasarían la entrevista o el debate de Cuarto milenio. No hay tensión ni efervescencia en el suspense metafórico, entre obras maestras e icónicas. Todo tiene más de comedia por exageración, que de divino por gravedad. Nos salva la belleza de los escenarios, aunque sin caer en el paisajismo, y una Felicity Jones en estado de gracia que apunta a monstruo de la interpretación, viene a vernos para dar un poco de coherencia y sencillez creíble a tanta confusión enlatada. Todo posee un aire trasnochado y la paranoica conspiración universal que soporta esta hipérbole desganada resulta patética. Muy convencional y a menudo grotesca, crece anodina y mal estructurada. ‘Inferno’ busca arrastrarnos hasta las llamas del averno y lo único que consigue es que nos tiremos de cabeza al incendio de este código con materiales de derribo e inscripciones con fecha de caducidad en sus tinieblas artificiales.