Café Society
EE UU. 2016. 96 m. (7). Comedia.
Director: Woody Allen.
Intérpretes: Jesse Eisenberg, Kristen Stewart, Steve Carell, Blake Lively.
Cinesa y Peñacastillo
Uno se desliza por su pátina de compleja sencillez con una mezcla de extrañeza y elegancia. Aquí lo que parece aparente y deslumbrante suele ser profundo y lo grave, un camino empedrado que, sin embargo, invita a deslizarse sobre él. De igual modo, contiene un brillante y caótico ecosistema de criaturas que supone un cosmos ordenado en el que de pronto todo se vuelve azarosamente caprichoso. Es Woody Allen en estado puro. Un juego de amor elegante, encadenado a la vida, de precisa y madura realización que parece responder a un mecanismo sofisticado pero hecho en un vuelo. ‘Café Society’ es un desfile de opuestos y simetrías, un tratado de melancolía y tristeza vital, entre idas y venidas, saltos en el tiempo y pasadizos, todo encajado con una inquietante mirada y una grácil y estilizada artesanía de maestro observador de la vida. Una comedia de pasiones y apariencias, profundamente amarga, que habla de opciones erradas, encuentros inoportunos en unos tiempos entrelazados donde el pasado y el presente quedan atados por sentimientos y recuerdos. Con el paisaje de un Hollywood dorado desbordado de estrellas, la galaxia del joven octogenario Allen vive su particular noche de las Perseidas y alumbra un cuento de amor y desamor tan sutil como deliberadamente triste. Lúdico y simétrico el cineasta de ‘La rosa púrpura de El Cairo’ se mueve con soltura entre la ligereza y la hondura para retratar sus criaturas fugaces que habitan en este cóctel agitado donde convive el cineasta de ‘Días de radio’ y el de ‘Interiores’. El paseo rotundo discurre entre generaciones, entre lo joven y lo adulto, lo familiar y lo ajeno, lo convencional y lo pasional, las pinceladas nada superfluas y las miradas nostálgicas. La descripción de ese templo de egos y bellezas inmortales y la del amor intentado abrirse paso deja momentos memorables como ese que transcurre en el vestíbulo de un club donde lo banal y lo trascendente se intercambian golpes bajos. Todo es un baile de altas y bajas pasiones. Una danza sublimada en la fotografía digital de Storaro, que subraya con enorme belleza y eficacia, el juego de la brillantez aparente y la amargura de la pérdida. El rapto de feliz deslumbramiento y la fugacidad y derrota de un amor anclado en el tiempo. Entre Los Ángeles y Nueva York, entre el cómico y el actor, entre el romance sobrevenido y la pasión frustrada, entre el calor y el frío, entre las mansiones sobradas de vulgaridad y el rayo reflejado en un edificio neoyorquino. ‘Café society’ es un juguete roto, una pequeña gran película, tristemente divertida, y viceversa, romántica e ingeniosa, con Jesse Eisenberg, a modo de eco de Allen, y una etérea Kristen Stewart. Todo es como una partitura de jazz trazada con la libertad del buen gusto y la enfermedad nostálgica del amor imposible. Hay, cómo no, una familia impagable que merecía otra película, bromas judías, diálogos certeros y una mezcla funcional de retórica y agudeza. «La vida es una comedia contada por un sádico». Allen, con el fatalismo romántico de Scott Fitzgerald habla «con la autoridad que le da el fracaso» y vuelve a dejar un poema complejamente sencillo que se cierra en un silencio ruidoso, entre irónico y desgarrado, con la elegancia encadenada de un entusiasta de la vida que dice adiós a la pasión.