Secuestro
España. 2016. 105 m. (12). ‘Thriller’.
Directora: Mar Targarona.
Intérpretes: Blanca Portillo, José Coronado, Antonio Dechent, Macarena Gómez.
Salas: Cinesa y Peñacastillo
No hay espacio para el drama moral de fondo ni cabe el pulso y la tensión de una trama que se postula enredadera envolvente y acaba siendo ejemplo de cine abotargado. ‘Secuestro’ pretende ser el retrato de un círculo social vicioso, con niño dentro, donde asoman desde el acoso escolar a la corrupción, pero el filme se queda en una confusa sucesión de golpes de efecto, giros y supuestos cambio de ritmo que, además de epatantes y caprichosos, no impiden lo anodino y reiterativo de la apuesta principal. Ni siquiera un reparto equilibrado puede salvar a ‘Secuestro’ de la afectación general. Es el caso de Blanca Portillo en su regreso a la pantalla. Una actriz colosal que pese a los esfuerzos revela frialdad y distanciamiento, como Dechent o Coronado, a la hora de defender papeles ya vistos e insustanciales, sin dobleces ni capas para dotar de ambigüedad y profundidad a lo que no deja de ser un thriller mal construido. Torpezas de guión, situaciones inverosímiles y falta de gancho se suceden tras una historia enquistada en una mirada superficial, pese a su ambición, que la experimentada aunque alejada de la dirección Mar Targarona, nunca logra elevar. Los bajos fondo de la alta sociedad, las tramas que conectan estratos sociales y sus contrastes no son más que enunciados de lo judicial, delictivo, mafioso y corrupto sin profundidad alguna. La directora de ‘Muere, mi vida’ con un equipo que ha dado a la luz un cierto sello de producción en el cine español, desde ‘El cuerpo’ a ‘Los ojos de Julia’, se mueve entre quiebros y callejones sin salida, con escasa intensidad, donde chirrían los personajes estereotipados, desde la letrada sin escrúpulos al falso culpable, y donde no encuentran su sitio ninguno de los tour de force que estrangulan la mirada del filme. Toda la superficie de ‘Secuestro’ es una resbaladiza capa televisiva y la banda sonora parece venir prestada de otra película que no es esta. Una historia desafinada, obligada a retorcerse sin ton ni son, donde las decisiones y las pequeñas historias cruzadas parecen responder a equívocos, pasos erróneos y un empeño en engañar/seducir al espectador con el timo del thriller loco, fruto de unas subtramas de venganza, en una especie de cine de género mal desarrollado y peor entendido. El retrato social, la radiografía desprendida de esta tela de araña juguetona y caprichosa, a veces ridícula, queda fundida e invalidada para construir un verdadero edificio moral y sociológico. Sólo algunos pequeños detalles de desamparo y marginalidad frente al sistema, los que aportan Macarena Gómez y Andrés Herrera, se antojan islas en el epicentro de una mar picada, falaz y donde el náufrago es demasiadas veces el espectador.