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Guillermo Balbona

Fuera de campo

Y saltaron los plomos

Nunca apagues la luz

 EE UU. 2016. 81 m. Terror.

Director: David F. Sandberg.

Intérpretes: Teresa Palmer, Maria Bello, Gabriel Bateman, Alexander DiPersia, Billy Burke. 

Salas: Cinesa y Peñacastillo

Para terror, el recibo de la luz. Lo que funciona en un cortometraje difícilmente tiene un reflejo efectivo en su hermano mayor. ‘Nunca apagues la luz’ tiene su origen en un corto del mismo cineasta, David F. Sandberg, pero una idea y un concepto son tan solo chispazos, relámpagos que en su desarrollo escasas veces encuentran alumbramiento. El juego luz oscuridad al que recurre el cineasta, nada original, aunque se utilice con ingenio y como punto de partida fundacional de casi todos los miedos primarios, resulta un cansino recurso para recorrer junto al espectador el itinerario por el interior de una familia tan desestructurada por muertes y pasados convulsos que de haberse fundido en el sentido del humor hubiese resultado una mezcla de Los Picapiedra y los Roper. Aquí todo es grave: el desequilibrio mental, las amistades peligrosas, los horrores de la infancia, los traumas. Pero el filme agita los excesos, reitera pasajes y situaciones y sus apenas 81 minutos se hacen cansinos. Despojado de su fábula de género sobre el terror natural que nos acompaña toda estancia oscura, lo único que suena a verdad paradójicamente en esta cinta es ese drama intimista de madres e hijos (una vez más el verdadero tema del cine contemporáneo) que sí huele a verdad y, desde luego da miedo. El resto es un catálogo al pie de la letra y con caligrafía visual convencional entre sombras, pasillos, escaleras e inoportunos apagones como si cualquier compañía eléctrica se hubiese convertido en guionista. Sandberg, que expuso sus credenciales en el citado corto ‘Lights out’, recibe el hágase la luz del cineasta y aquí productor James Wan, sí, el de ‘Expediente Warren’, y se pone las gafas de leer para estirar su pequeño juguete. Pedro el apaga enciende que sustenta la llama original no encuentra tensión y muchas veces se torna risible, anodino, artificial y, lo que es peor, carente de tensión. Como quien cambia una bombilla, el filme esparce sustos y siembra chispazos hasta que se le saltan los plomos. Falta discurso y sobre todo, esa textura sustancial de atmósfera y envoltura que poseen las grandes obras del género. Apreciamos la tragedia honda de los personajes, asistimos a una geografía pequeña, apenas dos casas, donde lo atávico y desconocido imponen sus leyes, pero nunca sentimos el temblor ni esa sombra de pánico que nace de ese terror primero a ser conscientes de que estamos solos. Entre traumas, demencia y desolación, al cineasta se le fue la luz cuando quería mostrar ese hueco sin fondo donde las pesadillas y los complejos nunca encuentran su reflejo justo. ‘Nunca apagues la luz’ muestra esperanzas para su director en su parte más humana, peo el filme como ejercicio de terror está necesitado de silencios, de atrevimiento y de un golpe de serenidad.

Guillermo Balbona comenta la actualidad cinematográfica y los estrenos de la semana

Sobre el autor

Bilbao (1962). Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense. Ser periodista no es una profesión, sino una condición. Y siempre un oficio sobre lo cotidiano. Cambia el formato pero la perspectiva es la misma: contar historias.


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