Arroz amargo
Riso amaro 1949 108 min. Italia
Director: Giuseppe De Santis.
Reparto: Silvana Mangano, Vittorio Gassman, Doris Dowling, Raf Vallone, Checco Rissone, Adriana Sivieri, Lia Corelli.
Género: Drama
Sala: Bonifaz. Filmoteca. Esta semana.
Su acierto, quizás menos buscado de lo que parece, nació de una ecuación extraña: el melodrama social y el erotismo conviviendo en una simbiosis en la que la naturaleza y la denuncia presentaban abiertamente sus credenciales. Exponente del neorrealismo más crudo y directo, con la mirada de hoy puede resultar inocente y hasta ridícula pero permanece su encanto y su sensualidad más allá de la presencia de Silvana Mangano. Giuseppe de Santis firmó en ‘Arroz amargo’, título popular y referencial para una generación, una cinta atrevida empapada por las querencias marxistas de su director, en la que sobresale esa mezcla sutil de ficción y documental enraizadas y entrelazadas en un drama social. Es esa combinación de robos, intriga, amores, pobreza, dureza existencial la que eleva el género en su momento. Pero su potente iconografia va asociada a la presencia de una Mangano de 19 años con pantalones cortos y los pies hundidos en las aguas de los arrozales del Po. La Italia de la posguerra enmarca este melodrama que ha ido desvaneciéndose con el paso del tiempo. El machismo, las convenciones, los estereotipos que rodean a estas brigadas de trabajadoras y el cliché que juega con el amor y la seducción. El cineasta de ‘No hay paz bajo los olivos’ y ‘Roma a las 11’ instaló su trama con ingenuidad entre la pasión y la lucha de clases, agitó el reparto entre estrellas y actores no profesionales, y adoptó técnicas del cine de Hollywood con la estética propia del movimiento neorrealista. Intriga criminal y documental obrero, ‘Arroz amargo’ (Riso amaro), pese a su obvia caducidad, mantiene esa fuerza emotiva a flor de piel, la de la bofetada moral desnuda y la de la militancia en la mirada de su director. Censurada en muchos países, su verdadero valor, como muchas otras obras del neorrealismo menos autoral, reside en la fuerza de lo popular. Sin el ejercicio fácil de la mera propaganda, De Santis extrae del arrozal los sueños frustrados, la necesidad de cambio de una sociedad, la amenaza que pesaba sobre la vida rural, el norte y el sur, el imperialismo cultural, la explotación de la mujer. El uso de la grúa y los travelling de observación fueron elementos adoptados del cine americano que aportaron singularidad. El gran Vittorio Gassman, aquí desmedido a ritmo de boggie boggie, en una de las escenas más populares del filme, y Raff Valone completan el triángulo y el enredo de una historia que sigue manteniendo su valor testimonial como retrato de supervivencia y funcional ejemplo de docudrama y thriller rural. No obstante, Silvana Mangano, Miss Roma tres años antes, luego pareja del productor del filme Dino de Laurentis, generó la suficiente iconografía como para que el filme muestre esa sensualidad natural y salvaje en el centro de un mundo que gritaba hambre de revolución social.