Todos queremos algo
EE UU. 2016. 116 m. (16). Comedia.
Director: Richard Linklater.
Intérpretes: Blake Jenner, Ryan Guzman, Zoey Deutch, Tyler Hoechlin, Wyatt Russell, Adriene Mishler.
Salas: Groucho
Algo afectada y resabiada, pero inteligente y coherente este rescate espiritual, irónico también, nostálgico de su movida del 76, devuelve al Richard Linklater que gusta de lo generacional y de la comedia coral frente a la exquisitez poética y temporal de ‘Boyhood (Momentos de una vida)’. Ahora se mira en el ombligo y se permite casi de modo anacrónico un retrato de sexo, juventud y cierta locura juvenil que remite al precedente canónico de aquella, ‘American Graffiti’, de George Lucas, para abordar un filme tan cargante como curioso, tan libre de prejuicios como amanerado en lo formal. En realidad, el autor de la maravillosa saga ‘Antes de…’ se permite hacer un álbum de declaración de principios juveniles, confesión de querencias, capturas de instantes y desfile de músicas, melodías, objetos y costumbres que corresponden a la carta sentimental y al catálogo vital de una manera de descubrir la vida. ‘Todos queremos algo’ se postula como un filme inédito rescatado bajo alguna alfombra que devuelve un retrato coral congelado en 1980. En lo visual y en el tratamiento no simula su condición de película devota a una época que a su director le resultó apasionante. Por debajo de su epidermis de desmadre ochentero asoma el Linklater obsesionado con el tiempo que es capaz de hacer de un detalle y de un plano un discurso fílmico sobre la fugacidad. Es paradójico pero el filme puede causar tanto rechazo como empatía. En su superficialidad estamos cerca de Porky’s , pero su querencia, su carga de afectos, su tratamiento dulce, y a veces amargo, de lo nostálgico revela destellos de historias subliminales sobre lo inisciático, la formación y la educación sentimental. En este sentido, cabe tanto lo hortera como el juguete roto que todos llevamos dentro. El cineasta de ‘Una pandilla de pelotas’ y de ‘Los Newton Boys’ se muestra redundante y retórico pero sincero, en una mezcla de divertimento melancólico como quien revisa su particular álbum fotográfico de juventud, con sus tesoros puntuales y sus pérdidas. Aquí el deporte, la música y la confrontación de sexos se alterna con la banda sonora, la pantalla ralentizada y fragmentada, la revisión de toda la iconografía del propio creador, entre la inocencia y el descubrimiento de lo adulto, entre el novato y el veterano. Su ‘Dazed and Confused’ (1993) era el cuento de un día y ‘Todos queremos algo’, el encuentro pandillero de un fin de semana, pero en ambas persiste con mayor o menor refinamiento el observador perspicaz y el cineasta transparente. Una metáfora vital honesta, que nunca oculta lo que no es. Secuela espiritual de pandilla y marcha atrás, en la que el reloj de Linklater juega con el encanto y la ligereza con tanto ardor personal como languidez emocional.