No One’s Child (V. O. S.)
2014 95 min. Serbia
Director: Vuk Rsumovic.
Reparto: Denis Muric, Pavle Cemerikic, Zinaida Dedakin, Branka Selic, Milos Timotijevic. Coproducción Serbia-Croacia. Género.
Drama. Sala: Bonifaz. Filmoteca de Cantabria. Esta semana.
Pese a la demora, de nuevo una ópera prima se asoma con fuerza, y precedida por premios en diversos festivales, desde la atalaya de un cine europeo comprometido que apela al debate y al simbolismo de un estado de las cosas. La cinta serbia ‘No One’s Child’, en modo ‘pequeño salvaje’ de Truffaut pero con una gran carga metafórica, retrata la historia de un niño que, tras ser encontrado a finales de los ochenta en una guarida de lobos, pasaría a ser internado en un centro de menores con objeto de abordar su proceso de civilización. Una interpretación excelente y esencial para sostener el relato cuando la credibilidad se revela endeble, marca el discurrir de este curioso retrato de la condición humana que al cineasta Vuk Rsumovic le sirve para dibujar una metáfora de la Europa del presente. Un niño-lobo estepario frente a la uniformización global. Qué es lo que hace realmente humano al hombre. Las elipsis no siempre acertadas mediatizan la dramatización del filme pero ‘No One’s Child’ logra una poderosa intensidad emocional y juega con la empatía en ese ‘tour de force’ permanente entre el lado salvaje y primario y el lado de la convención social y el sistema. Que la guerra y la violencia esperen al joven cuando supuestamente ha superado su iniciación social no es más que uno de esos pasos cínicos en la transformación menos sutil: ‘el hombre es un lobo para el hombre’. Denis Muric, que encarna al niño, se entrega a este diálogo de paradojas y contrastes entre lo primitivo y la domesticación, entre el entorno de la naturaleza pura y la Bosnia desgarrada. El conflicto entre Serbia y Bosnia enmarca esta historia de instintos y miedos, simbólica y metafórica, entre la fábula y la parábola, donde el factor humano y el carácter animal como algo inherente mantienen un duelo en la búsqueda de identidad. La crueldad, el egoísmo, el escepticismo sobre la especie y los vaivenes de la conducta humana crean una tupida red reflexiva que va más allá de cierto esteticismo visual. Es verdad que, como casi toda ópera prima, hay un deseo innato de acumular narraciones paralelas, de querer contarlo todo pero se mantiene viva esa pureza visual del cineasta. Frente a cierta ingenuidad y la irregularidad de la película, premiada por el público y la crítica en el Festival de Venecia, que no escatima algunas escenas duras en su arranque, predomina la mezcla de extraña belleza y poesía. El camino emprendido por el joven, forzado unas veces, inquieto y perseguidor de lo desconocido otras, desorientado casi siempre, es el de la propia Europa perdida en su búsqueda. La historia continental ajada, envuelta en la mutación del niño, es la desmoralización de toda criatura europea.