Vorágine (Whirlpool)
1949 97 min. Estados Unidos
Director: Otto Preminger Reparto: Gene Tierney, Richard Conte, José Ferrer, Charles Bickford, Richard Conte, Barbara O’Neil, Constance Collier, Fortunio Bonanova, Eduard Franz. Cine negro.
Drama.
Sala: Bonifaz. Filmoteca de Cantabria. Desde el jueves.
En Preminger todo es anécdota convertida en categoría y viceversa. Por ello, al margen de ese friso de la fascinación que es ‘Laura’, una ensoñación que nunca pierde su fluido de cine y vida, el cineasta supo firmar varias obras en las que lo negro, la intriga, el melodrama, la perdición, el crimen y el thriller psicológico adquieren una textura propia y sólida, como si se reinventaran y unificaran en una atmósfera especial. Es lo que sucede en ‘Vorágine’, uno de esos mal llamados filmes menores de un cineasta mayor, que parte de una sugestiva trama con cleptómana, hipnotizador y psiquiatra lo que permite que el melodrama policial se transforme en un ejercicio de funambulismo sobre las apariencias, la mentira y la verdad. Adaptación de una novela de Guy Endore, que bebe de las fuentes psicoanalíticas que empezaban a ponerse de moda en Hollywood, el cineasta logra combinar rigor y mirada personal para que lo convencional mute en inquietante y el género se torne un territorio mezcla de extrañeza y tensión. Con la fascinante Tierney al frente (esa belleza que duele) todo rezuma magia y fragilidad, otredad y empatía, y vuelve a demostrarse la capacidad de Preminger para contar una historia. ‘Vorágine’ contiene silencios que atrapan, suspense suspendido en el rostro de la actriz y un juego perverso con los personajes y sus trampas. El director de ‘Tempestad sobre Washington’ configura un reparto excelente con Conte y Ferrer, y el siempre sólido Charles Bickford. Pero además se sirve de todos los factores humanos y técnicos a su alcance, desde la fotografía al retorcido guión escrito por Ben Hetch y Andrew Solt. Quizás no está dotada de la turbación de las grandes obras del maestro Alfred Hitchcock – caso de ‘Recuerda’, con la que comparte enfoques y matices–, pero es innegable su magnetismo y su intensa habilidad para mostrar la dualidad de emociones, criaturas y sensaciones. Dobles vidas que representan un juego de espejos para el espectador a la hora de seguir los pasos y juzgar a la mujer amenazada. El abismo de la muerte, los planos con Gene Tierney (Laura), los fantasmas del pasado son armas que Preminger utiliza para cautivar con esa coreografía elegante que parece jugar también a la hipnosis con el espectador. Pero es su retrato femenino (en realidad una extensión en el tiempo de su Laura y del cuadro) donde reside la fuerza de este claustrofóbico rizo sobre la manipulación, la dominación y la libertad emocional.