Tenemos que hablar
2016 91 min. España
Director: David Serrano
Reparto. Michelle Jenner, Hugo Silva, Verónica Forqué, Belén Cuesta, Óscar Ladoire, Ernesto Sevilla Roberto Álamo.
Comedia romántica
Salas: Peñacastillo
Le sobra labia y le falta encanto. Es previsible, rezuma un deje televisivo y no se quita de encima nunca la impresión de que estamos ante el perfil de un episodio piloto de futura serie. ‘Tenemos que hablar’ padece el mal de la afectación. Hay diálogos excelentes pero casi nada fluye. Las bodas, que han sido el lugar común del estado de la cuestión de la comedia española de los últimos años, sirve de nuevo de punto de partida, a veces de macguffin y también de hilo conductor de un enredo que nunca pierde de vista la crisis y su textura tendida sobre la picaresca, la corrupción y la ética o la falta de ella. David Serrano, cineasta de ‘Días de fútbol’, más guionista que director, aquí en la escritura junto a Diego San José, construye un vodevil ligero de mentiras y engaños, de simulación y camuflaje, de mecanismos de defensa y, sobre todo, sustentado en que lo que oímos o lo que nos dicen, no siempre es lo que nos quieren decir. Pero el filme nunca logra empapar el sentido último de la alta comedia. Todo es simpático, más que divertido, superficial, y el enredo, al cabo una historia de amor, sufre los vaivenes del tiempo y nunca parece liberarse. Es comedia de lo cotidiano a la que se le ven las costuras cuando busca mezclar cargas de profundidad obvias sobre el entorno gris con las peripecias de unos personajes desvalidos y desorientados, obligados a mentirse continuamente, cada uno de los cuales conlleva y arrastra su propio enredo vital sin resolver. Es también, y ese es uno de sus ganchos una comedia de actores. El reparto sólido combina en realidad dos parejas, protagonistas y falsos secundarios, jóvenes de moda y veteranos y estos ganan por goleada. Forqué y Ladoire se hacen fuertes en ese terreno de nadie que toda buena comedia debe tener y acaparan lo mejor del filme pese a que Jenner y Hugo Silva defienden de manera simpática sus papeles, de menos a más. A ‘Tenemos que hablar’ le falta ese chispazo rotundo que, desde la lucidez y el cinismo, suele encender definitivamente una película. Nunca asistimos a esa combustión donde se funden las malas y buenas intenciones de la escritura, en este caso un cuarteto de amores fugados y rescatados que vive inmerso en un decorado artificial. Y lo peor es cuando precisamente el artificio se apodera del ritmo, que lo hay, y la pretensión de naturalidad solo se levanta con un andamiaje de situaciones vulgares. El personaje femenino es el eje de una comedia que en el fondo hubiese sido un retrato ácido del derrumbe moral que inunda el escenario de la crisis. Pero el filme carece de soltura visual, se teatraliza y se queda anclado en los diálogos y los equívocos se antojan desnaturalizados, como reflejos huérfanos de otros laberintos emocionales anteriores. La picardía no es suficiente. El escozor tampoco.