Spotlight
EE UU. 2015. 128 m. (12). Drama.
Director: Thomas McCarthy.
Intérpretes: Mark Ruffalo, Michael Keaton, Rachel McAdams, Liev Schreiber, John Slattery, Stanley Tucci, Billy Crudup.
Salas: Cinesa y Peñacastillo
El ansia de desvelar, el latido de la realidad y el ritmo del oficio. Pero, sobre todo, el ejercicio de una apasionante necesidad de contar. Y todo ello, a veces visible, otras durmiente, subyace en las imágenes de ‘Spotlight’, que contiene uno de los mejores guiones de los últimos años. Denuncia y periodismo de investigación, trama detectivesca y retrato de una forma de estar en el mundo. El periodismo como condición vital, no como profesión. Sin bajar nunca la guardia, el filme funde lo endógeno y la periferia del oficio, el retrato sociológico y los mecanismos rutinarios y reinventados de una actividad, en este caso ligada al periodismo de investigación, al servicio de la sociedad. ‘Spotlight’ narra cómo The Boston Globe destapó el encubrimiento de los abusos a menores por parte de sacerdotes. Lo sórdido nunca empaña la búsqueda de transparencia, y con mirada limpia y contundente caligrafía el filme cuenta las trabas, los mecanismos de defensa de la Iglesia, la hipocresía social, los miedos y la angustia de las víctimas y su entorno. La grandeza del filme de Thomas McCarthy es que nunca pierde de vista los hechos, se postula riguroso y perfila con claridad los pasos de un puñado de periodistas que afrontó el reto de sumergirse en un largo viaje al fin de la noche de la pederastia. Y como decía Jack Lemmon en ‘Primera plana’ ya saben que los periodistas somos «un hatajo de pobres diablos, con los codos raídos y los pantalones llenos de agujeros, que miran por la cerradura y que despiertan a la gente a medianoche para preguntarle qué opina de Fulanito o Menganita». Con admirable tacto y pulso el cineasta de ‘Vías cruzadas’ se adentra en los entresijos, elude la maraña de datos y apuesta por el compromiso, por trazar el trayecto que alumbró una verdad. Y ya se sabe que muchas permanecen a oscuras. El director de ‘The visitor’ en realidad parece haber mantenido en el friso de su cámara aquella máxima de Eugenio Scalfari, director y fundador del diario ‘La Repubblica’: «Periodista es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente». Y probablemente, como cineasta, se apropia también de tal definición. Su filme, pese a que se enfrenta a una tela de araña compleja y prolongada en el tiempo, no desfallece. Al contrario de muchos retratos que ha dado el cine y la televisión sobre el periodismo, aquí no hay histeria ni vulgares estereotipos, y va sincopando con pulso y encaje de bolillos la sutil recreación de época, la madeja de la investigación y el retrato de equipo en el que se suceden y se solapan el azar, la obstinación, el compromiso y la necesidad. Sobria y diáfana, sin falsas pretensiones, ‘Spotlight’ tiene todos los ingredientes para convertirse en el ‘Todos los hombres del presidente’ –el relato de la investigación del Watergate–, del siglo XXI. Precisión y lucidez, a la sombra de Aaron Sorkin, esta historia que ahonda en la entraña de una dolorosa herida social, busca, y lo logra, que dos tempos, el cinematográfico y el periodístico, coincidan y confluyan en un mismo objetivo: no hay nada más vital que una historia bien contada. Su gran lección, más escondida, reside en que la verdad está más cerca cuando la pasión alumbra los pasos. El filme dispara alto y claro, vindica lo esencial y sortea la pompa y la distracción. Antes de los premios ya había triunfado al iluminar ese pasillo moral por donde discurre el trabajo y el poderoso ejercicio de contar.