La quinta ola
EE UU. 2016. 112 m. (12). Ciencia-Ficción.
Director: J. Blakeson.
Intérpretes: Chloë Grace Moretz, Nick Robinson, Alex Roe, Liev Schreiber, Maika Monroe.
Salas: Cinesa y Peñacastillo
Hablar del apocalipsis y no emocionar es como contar un chiste y que nadie se ría. Las sagas juveniles, con más o menos variantes y misceláneas mestizas de géneros y pretensiones, ampara y despierta este vulgar artefacto con chica y hermanito dentro huyendo hasta de sí mismos. ‘La quinta ola’ se plantea como el rizo del caos al sumar la amenaza de la extinción humana, la invasión extraterrestre y la conmoción catastrofista en pequeñas dosis. A priori un material que se antoja tan atractivo y poderoso como difícil de manejar salvo que pase por allí un Lars Von Trier con metáfora en el bolsillo que despliegue todo su genio. No es el caso. Con una puesta en escena doméstica y sinsorga este batiburrillo se apropia del lugar común para estrujar las muchas variantes de representación del fin de mundo, las enésimas imágenes sobre tsunamis pantagruélicos devorando las costas y esos iconos urbanos que siempre acaban en ruinas. Plana y profundamente monótona posee una querencia extraña por sembrar de esterotipos cada paso, sin riesgo alguno, y pisando en un terreno tan seguro que acaba por enfangarse en la mediocridad. Desde los primeros fotogramas y con la complicidad de la cifra que da título al filme sabemos que todo está diseñado para alimentar una saga que participa de ‘Los juegos del hambre’, ‘Divergente’, ‘El corredor del laberinto’, un remoto gancho con ‘El señor de las moscas’ de Goldman, chupasangres crespusculares y zombies, todo ello fruto de la adaptación de una novela original de Rick Yancey. La franquicia está asegurada pero el cine tiembla. No hay consistencia ni solidez. Todo está diluido y disperso, a medio hacer. Se avanza por acumulación en un trayecto claramente desestructurado en tres partes, los diez minutos de desmesura apocalíptica y catastrofista, la hora larga de fuga con la protagonista a modo de caperucita sorteando lobos, y un tramo agotador encauzado para dejar las cosas en suspenso que no en suspense. J. Blakeson recurre a una intérprete como Chloë Grace Moretz, que merece mejores papeles, para inaugurar una saga juvenil inconsistente y vacía. El peso de la aventura está tan planificado como descuidado. Y el pastiche impone su rigurosa e implacable mirada virtual, artificial, copista, en una aventura kitsch e ingenua, que convierte el romanticismo, la pasión y la redención en una lata de bebida gaseosa para consumo rápido. Algunas películas (precedidas por cierto por una invasión publicitaria en las salas absolutamente denunciable) deberían llevar la advertencia de su perjuicio para la salud imaginativa. Como una ola, sí, cantarán algunos la sexta.